7. CONCLUSIONES Y REFLEXIONES

“Las soluciones de tipo artefactual que se han desarrollado en la cultura tecnológica en la que vivimos, tales como la informática o las telecomunicaciones, son avances que, sin tener como objetivo ayudar a mejorar la calidad de vida, el acceso, la participación de sujetos con problemas de visión, audición, movilidad, etc., han supuesto una aportación para algunas de estas personas porque las capacidades de estos artefactos le permiten realizar actividades o tener acceso a otras, que de otra manera eran poco factibles o incluso les eran imposibles”. (Alba, C., 1990).

Comentaba Antonio M. Ferrer (2002) en una conferencia del II Congreso Nacional Tecnoneet, al hablar de las nuevas tecnologías aplicadas al D.A., que dos son los aspectos que marcarán la educación tecnológica “la finalidad de uso (aprovechamiento de restos auditivos, estimulación del desarrollo lingüístico, acceso a la comunicación) y el contexto de utilización (contexto laboral, de intervención psicoeducativa, educativa, etc.)”. Y serán estos mismos aspectos los que llevarán a un profesional a utilizar un tipo de software u otro, a la aplicación de una actividad u otra, y a dotar al producto de una calidad y unos resultados claramente válidos. Por tanto, siempre y cuando los criterios, el planteamiento de los objetivos, los contenidos ofrecidos por el software, así como el contexto (área, asignatura, realidad escolar) lo han hecho aconsejable, todos estos elementos, darán validez a la intervención educativa del logopeda.

Ante ello, la labor del logopeda va a estar enfocada a las finalidades aportadas por el propio programa informático – fines, aplicaciones, requisitos, actividades – y a la perfecta delimitación y claridad con que selecciona el producto considerando el contexto de utilización del mismo. Tanto uno como otro  (finalidad de uso y contexto de utilización) aportarán éxito al aprendizaje del alumno, aunque un buen producto nos puede asegurar unos excelentes logros, será el buen uso que de él hagamos el que determinará que el aprovechamiento que se ha hecho es el más propicio para las tareas de mejora de la comunicación.

Pero siguen existiendo todavía algunas limitaciones o dificultades con las que nos encontraremos:

a) La diferencia de opinión entre el contenido y el programa presentado. Este elemento nos lleva a reconocer la presencia de determinados programas cuyo título no corresponde con las actividades o los objetivos que persiguen. Son situaciones en las que, tras haber descargado el programa de la red o haberlo adquirido y ponernos a trabajar, podemos comprobar que su título no coincide con lo que en realidad va a trabajar el paciente. Creemos posible unas mayores medidas o normas éticas en su redacción, frente a la consecución de una norma publicitaria. Hay necesidad de que sean los propios autores los que vayan incorporando en sus programas una ficha técnica, bien en pantalla o impresa, donde se indique:

  • Los requerimientos técnicos del producto.
  • Los niveles curriculares que le sirven de base: la etapa educativa, la edad, los contenidos, la metodología de uso o de orientación.
  • Las posibles adaptaciones, que aconsejarán su uso ante sujetos con discapacidad auditiva, visual o motórica, así como la forma de efectuar dichas adaptaciones del software.
  • La referencia a materiales complementarios para trabajar en clase o en casa.
  • Un servicio (foro, correo electrónico o espacio educativo) donde se analicen, on-line o  telefónicamente, y se den respuestas a los problemas surgidos y se solventen los errores y los atranques que nos hayan surgido, y que también disponga de propuestas de actividades e intercambio de recursos.

b) El poco léxico de las aplicaciones, es decir, algunos programas tan sólo han sido confeccionados para trabajar con 8 palabras o imágenes, y la realización de sus actividades se efectúa de forma monótona y reiterativa, por lo que, cuando el alumno se ha aprendido ya el léxico, se muestra aburrido, al no ver más novedades. Por otro lado, el escaso número de veces que se puede repetir una misma actividad. Hecho que conlleva el que siempre surjan las mismas respuestas y en el mismo orden. No existen situaciones de aleatoriedad que hagan un aprendizaje más creativo, más libre y menos mecánico, a la hora de enfrentarse el alumno con las actividades contenidas en el software. También, el escaso número de veces que se puede repetir una misma actividad conlleva el que siempre surjan las mismas actividades y en el mismo orden, no posibilitando situaciones de aleatoriedad, que ofrecería un aprendizaje más creativo, más libre y menos automatizado a la hora de enfrentarse con los problemas.

c) El discernir si es un programa para niños o para el trabajo con adolescentes o adultos. Ósea, el hecho de que la gran mayoría de las actividades y ejercicios desarrollados bajo el prisma de las nuevas tecnologías presentan imágenes infantiles, situaciones lúdicas y un lenguaje muy sencillo e infantil. Esto es un grave problema si decidimos trabajar con adolescentes, e incluso con adultos, quienes se sienten hasta cierto punto “infantilizados” por los contenidos, los gráficos, los sonidos e incluso las actividades planteadas. Sin lugar a dudas, nos encontramos con serios problemas a la hora de trabajar con sujetos afectados de afasia e incluso con disfonía.

d) La no existencia de una política de precios cercana al alumno. Una cuestión debe de quedar muy clara, y es la de indicar que los programas informáticos a los que hacemos mención no son juegos de ordenador, sino programas para la rehabilitación y el tratamiento de las dificultades de aprendizaje que presentan nuestros alumnos. Por ello, considerar que un juego de “carreras de coches” cueste 40 €, bueno ni está mal ni está bien, sencillamente es política de mercado. Pero que un programa como el Speech Viewer III, pudiese costar entre 1.500 a 2.500 €, o como el Gradior que supera los 6.000 €. Se trata de una necesidad, un déficit que precisa de un material, que debiera disponerse o que debiera abaratarse, ya que va a ir dirigido a personas que realmente lo necesitan para comunicarse o para hablar, no para jugar. Sería conveniente una política de precios más asequible, acorde a las limitaciones económicas de las familias. Por ello, es de alabar la política de algunas Consejerías de Educación, como la andaluza, la murciana, el Creena, el Pie y el propio CNICE, por el hecho de realizar una convocatoria de premios y ayudas a la elaboración de software educativo libre. Lo que no hace sino exigirnos una actualización y una búsqueda constante de esos productos “freeware” con los que hacer uso en nuestras aulas.

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