En palabras de Martínez Veiga (1997:189), el servicio doméstico interno es la actividad fundamental de las mujeres dominicanas, filipinas, peruanas, ecuatorianas, marroquíes y polacas.

Anteriormente a éstas, este tipo de trabajo era propio de muchachas provincianas que salían del pueblo para servir en Madrid y Barcelona. Aunque el avance de la sociedad española y el desarrollo profesional de la mujer española, ha hecho que este tipo de trabajo quede relegado a mujeres provenientes de países de menor desarrollo económico que España, quedando la mujer española que se dedica al servicio doméstico, en el denominado servicio doméstico externo.

La primera característica de estas trabajadoras inmigrantes, es según este autor, su notable capacidad de ahorro. Ello parece justificarse por el hecho de que al estar internas, las necesidades de vivienda y alimentación están cubiertas, lo que favorece el ahorro aunque perciban el salario mínimo o cantidades inferiores. Ahorro que, en palabras de Martínez Veiga (1997: 190), es enviado al lugar de origen para pagar el viaje y la estancia en España y, una vez pagado, se manda para mantener a los hijos, comprar una casa, obtener un trozo de tierra, etc.

De forma general podemos constatar que el servicio doméstico interno se caracteriza por tener salarios más bajos y jornadas laborales más largas que el servicio externo. Este colectivo sufre la invisibilidad ante la sociedad, ya que suelen transitar poco por la calle y en muchos casos tratan de esconderse por miedo a que sea descubierta su condición de ilegales, a lo que hay que añadir la fuerte presión laboral que suelen padecer en los domicilios de sus empleadores.

En la actividad laboral de servicio doméstico externo se mezcla población nativa y extranjera, siendo los salarios sensiblemente más altos que en el servicio doméstico interno, si bien la inestabilidad y la capacidad de ahorro es menor que en la otra modalidad. La venta ambulante es la tercera actividad prioritaria de la población inmigrante, siendo necesario establecer una distinción clara entre la existencia de lugares de venta más o menos estables y la venta que estrictamente se circunscribe a la calle.

La venta en mercados o calles, suele implicar un compromiso más duradero con la actividad que la venta estrictamente callejera. La venta en lugares fijos implica un pago de impuestos al Ayuntamiento, que como toda inversión de capital da una continuidad a la actividad. Según este autor, las ventajas comerciales vienen dadas por el hecho de comprar más barato en un lugar lejano y venderlo a un precio superior en el país. Este sector está constituido por un porcentaje muy elevado de trabajadores autónomos que tienen todas las características de trabajadores de la economía informal (Martínez Veiga, 1997:199).

Los productos comercializados exhibidos en estos puestos ambulantes dependen de la época estacional y cómo es lógico de la demanda, aunque los más característicos y tradicionales son: gafas de sol, adornos para el pelo, pañuelos de señora, toallas, bisutería de plástico, bolsos, monederos y cinturones (Vargas Llovera, 1998: 65). A estos productos se les ha unido en los últimos tiempos las ventas de CD de música, videojuegos y películas de DVD "piratas" en, la vulgarmente denominada, modalidad "TOP manta".

En los últimos tiempos se está notando cierta evolución en el comportamiento comercial de ciertos inmigrantes subsaharianos que han cambiado la venta de artesanía, gafas de sol, pequeños artilugios electrónicos… por la de estos productos no legales. Estos inmigrantes son la cara visible de una industria fraudulenta que mueve millones de euros y que los sitúa en un claro y flagrante peligro de detención policial.

 
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