2. PLAN DE ANALISIS DE LOS CONTENIDOS RELACIONADOS CON LAS TIC's

2.1. Qué son las TIC's aplicadas a la Educación

Cuando se habla de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC's para abreviar) sea cual sea su ámbito de aplicación, se podría suponer que los interlocutores usan esa expresión para referirse no tanto a un conjunto heterogéneo de herramientas técnicas destinadas a hacer posible la gestión de la información disponible y su difusión en procesos de comunicación, como al discurso experto que se requiere o se supone dominar para hacer uso de esas herramientas. Se habla por consiguiente de un "saber hacer saber", de un logos experto sobre las herramientas (de una tecnología) y no de las herramientas mismas cuya naturaleza técnica (del griego techniké, femenino de technikós, relativo a un "arte" u "oficio", denominado techkné) las vincula a un "saber hacer" sin más. Naturalmente no siempre es este el caso.

El término tecnología ha llegado a sustituir al otro de técnica, cuando el oficio o el "saber hacer" es tan complejo que resulta imposible realizarlo sin previo y continuo aprendizaje de sus modos de ejecutarlo. Por esto quizá no se habla de técnicas de información y comunicación, sino de tecnologías, (y a veces de nuevas tecnologías) dando por supuesto que uno se refiere entonces a aquellas herramientas técnicas para la gestión de la información disponible y su difusión en procesos de comunicación, cuyos sofisticados modos de empleo desbordan los límites de las técnicas tradicionales y las transforman potenciando sus objetivos y efectos, antes inalcanzables. Y todo el mundo da por supuesto, entonces, que las Tecnologías de la Información y la Comunicación son las que precisamente se caracterizan por el uso de aquellas herramientas (las informáticas, las multimedia, etc.) que desbordan los límites de las técnicas tradicionales de gestionar la información disponible y difundirla en procesos de comunicación.

La información disponible, es decir, lo que uno sabe, o recuerda, o imagina, o proyecta, etc., pudo ser gestionado acumulándolo, guardándolo, ordenándolo, transportándolo de una parte a otra.., gracias al dibujo y la escritura, que fueron las primeras técnicas que pudieron desbordar los límites de la comunicación cara a cara, de la comunicación oral, que siempre requería, para ser efectiva, de la simultaneidad temporal (y no demasiado alejada en el espacio) de ambos interlocutores. A las primitivas técnicas de la escritura en muros, lápidas, arcilla, papiro, papel, etc., realizadas con las manos (y las ayudas de buriles, pinceles, tintas, etc.) vino a desbordarlas le tecnología de la imprenta potenciando las copias de los documentos que, en gran número, podían ser distribuidos entre audiencias cada vez mayores. Sin embargo, todavía se necesitó mucho tiempo para superar los límites que el transporte de mercancías hacía posible para distribuir los documentos en masa, rápidamente y a grandes distancias. El telégrafo fue la segunda revolución tecnológica, tras la imprenta, que vino a desbordar los límites de la comunicación con la distribución instantánea de información a grandes distancias. Luego vendrían la radio y el teléfono para mensajes sonoros, y la televisión para los audiovisuales... Finalmente, y tras la tercera revolución tecnológica encarnada por la computación informática de documentos, llegaría Internet haciendo posible la instanteidad y la ubicuidad entre masas de interlocutores.

Gracias a la informática, cuya base es la digitalización (convertir en dígito, es decir, en número, las probabilidades de aparición de secuencias combinatorias de estímulos físicamente transmisibles) la gestión de la información disponible desbordó por completo los límites del procesamiento humano de datos, ya fuesen estos datos procedentes de la escritura (texto y/o algoritmos), o tuvieran su origen en grabaciones técnicas de imagen y/o sonido. Gracias a los protocolos (es decir, a procedimientos estandarizados) de comunicaciones denominados TCP/IP, ordenadores conectados entre sí pueden compartir datos cualquier sea su sistema operativo (software de sistema) y su tipo de arquitectura física de componentes (hardware). TCP/IP en realidad no es un único protocolo, sino que en realidad lo que se conoce con este nombre es un conjunto de protocolos -el TCP (Transmission Control Protocol) y el IP (Internet Protocol)-, que cubren los distintos niveles que hacen posible las conexiones, aplicaciones y transferencia de datos entre ordenadores en red. Pero los ordenadores nunca saben lo que "significan" culturalmente los datos que procesan. Eso sólo lo sabemos los humanos a condición de compartir procedimientos de comunicación que por el momento le están vedados a los ordenadores.

Nuestros procedimientos de comunicación remiten a un universo de prácticas sociales y cognitivas donde cualquier transferencia de mensajes o de datos cobra unos límites particulares que son mediados y mediadores de aquellas prácticas a las que sirve. Los actores de una interacción comunicativa nunca se enfrentan normalmente por primera vez a la tarea de comunicarse con otro ser humano. Poseen, en este sentido, un determinado conocimiento acerca de las posibilidades expresivas del cuerpo humano (p.ej. si se trata de comunicación interpersonal cara a cara), acerca de la significatividad de ciertas expresiones y acerca de las pautas de acción y coordinación de acciones y operaciones que regulan una clase de interacciones comunicativas. El "saber hacer" acerca de la comunicación es un patrimonio cognitivo, es decir, es un producto de la práctica comunicativa, que se almacena en la memoria de los sujetos y que se activa cuando estos entran a tomar parte de una interacción comunicacional en forma de "esquemas previos" ("auto-referencia"), que guían la construcción recursiva de nuestras "representaciones e inferencias" (Piñuel y G-Lomas, 2001). Los esquemas que poseemos acerca de los demás (esquemas sociales), contienen datos que no sólo se refieren a las propiedades identitarias del sujeto (su edad, su sexo, su aspecto físico, su personalidad, su familiaridad -si es conocido o desconocido- su nivel de conocimientos, etc.), sino también a la posición que ocupan (estatus) y a la función que desempeñan (rol) dentro de los grupos y organizaciones sociales, es decir, en su calidad de agentes de un sistema social. Esos datos pueden hacer que nos comportemos de una u otra manera(1) .

Más adelante, se hablará de un modelo teórico que en otros lugares he desarrollado con muy distintas aplicaciones, y que prefigura estas diferentes dimensiones (comunicativas, cognitivas y sociales) las cuales se encuentran analíticamente separadas porque tal operación formal es epistemológicamente rentable para encontrar una explicación científica de los cambios históricos de la sociedad, el conocimiento y la cultura. Sin embargo en el funcionamiento normal de nuestro sistema cognitivo, no existen tres procesadores modulares diferentes: los datos de tipo identitario, social y comunicacional, cuando se refieren a nuestros congéneres, forman estructuras unitarias de conocimiento que han recibido el nombre en Psicología Cognitiva de "esquemas sociales".

Los esquemas activados y las metarepresentaciones referidas a las intenciones, creencias y estados mentales de nuestro interlocutor, juegan un papel fundamental en la regulación de nuestra propia conducta, pues anticipan una expectativa acerca de los límites específicos de esa interacción, o para decirlo con otros términos: colaboran en la formación del sentido mismo de la interacción. Y evidentemente, los ordenadores carecen por el momento de instrucciones sobre sentidos cognitivos y sociales.


(1) Por ejemplo, no nos comportamos de la misma manera con un dependiente de un comercio al que acabamos de conocer (del que esperamos que cumpla ciertas funciones y se comporte de acuerdo a su rol), que como nos comportamos con un amigo de toda la vida, ni tampoco esperamos que ellos se comporten de la misma manera.

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