2.2. LOS ESTADIOS EN EL DESARROLLO DE LA COMPRENSIÓN AUDIOVISUAL

Como es evidente, una parte esencial de la epistemología genética es aquella que hace referencia explícita a una concepción de los estadios, fases o etapas por las que transcurren los diferentes parámetros del desarrollo en referencia a los estímulos ambientales que lo determinan. Según Debesse (1972), fue Rousseau el primero que decidió dividir su tratado Emilio o de la educación en cinco apartados que correspondían con lo que él consideraba que eran cinco fases evolutivas en la infancia. Posteriormente, los más representativos autores europeos como Freud, Wallon o Piaget adoptaron esta forma de organización estructural del desarrollo infantil.

Nuestro referente es, en este caso, la etapa de aportaciones piagetianas que se abre en 1950 una vez perfiladas las claves y aportaciones básicas del desarrollo de la inteligencia en el niño. A nuestro parecer, sería la fase del esplendor de la epistemología genética, con la aparición del célebre trabajo titulado Introducción a la epistemología genética (1950) y que culminará en torno a 1956. Fue precisamente en aquella época cuando Piaget, hombre de acción y pensamiento, ve realizado uno de sus grandes sueños y proyectos con la creación del Centro Internacional de Epistemología Genética en la Universidad de Ginebra.
           
Se trata, por otra parte, de un momento de especial interés científico creador en el que los estudios sobre lógica operativa, lógica del error y pensamiento idiosincrásico infantil siguen acaparando su perspicaz atención. De ese momento histórico data la aparición del tratado De la lógica del niño a la lógica del adolescente en 1955  (Inhelder y Piaget, 1985). Recordemos que es en esta obra en donde hace precisamente su aparición la caracterización del pensamiento lógico adolescente como el conocido “período de las operaciones formales”. Naturalmente, Piaget se refiere en su estudio del desarrollo del pensamiento, como nosotros haremos en nuestro trabajo, a un sujeto que, como clave, modelo o referente metodológico, es básicamente un  sujeto epistémico.

No vamos a entrar en la conocida discusión de si los estadios suponen un espacio criticable en la doctrina piagetiana, y por lo tanto en la nuestra; desde luego los estadios no son suficientes para representar en toda su dimensión el desarrollo cognitivo de la infancia a la adolescencia. Podríamos sumir su valoración negativa en cuanto a la rigidez o encasillamiento de algo tan extraordinariamente vital que no puede constreñirse en una secuencia estricta de esquemas, acaso excesivamente formales. Pero en una posición próxima a Flavell (1982), el gran divulgador, analista y documentalista de la obra de Piaget, podríamos admitir al menos su validez heurística para poder caracterizar, de alguna manera, lo que suele resultar relativamente común al conjunto de sujetos de una misma edad y desde el punto de vista del desarrollo de la comprensión de un determinado fenómeno.

Las etapas forman parte esencial de las hipótesis científicas que tratan de situar el comportamiento perceptivo y cognitivo individual y social en un contexto metodológico de utilidad. Su valor heurístico y su significación se construyen, también en nuestro caso,  a partir de los datos precisos -algunos de los cuales ofrecemos aquí- que brinda la investigación con sujetos concretos. Pero como hipótesis de carácter científico no pretenden ser más que eso, aceptando, como es natural, el sometimiento a cuantas críticas pertinentes pudieran serle objetadas.

Lo que aquí se añade de nuevo es precisamente lo que el propio Piaget hubiera hecho, con bastante probabilidad, de haber tenido tanta influencia cognitiva, en su momento histórico como la tiene hoy para nosotros, la estimulación procedente del mundo audiovisual. Se trata de una novedosa motivación para el sujeto evolutivo y que va a determinar -como veremos- tanto la imitación, como la actividad lúdica o el propio sueño infantil. Imagen y representación adquieren así, en plena era digital, un nuevo significado que es imprescindible tener en cuenta e investigar a la hora de volver a reconsiderar el proceso de formación icónico-simbólica en el niño.

Habría que aclarar que, por supuesto, no es nuestra intención polemizar con el pensamiento de Piaget y no se trata tampoco, con lo que estamos proponiendo al respecto de los estadios, de identificarnos, ni de compararnos con quien fuera y sigue siendo realmente un genio de la filosofía y del pensamiento científico de su época. Nuestro propósito es mucho más humilde y sólo tratamos de inspirarnos en unas ideas que aún no han dado, en su plenitud creadora, todo su fruto posible. Ideas cargadas de futuro que, desde luego, irán mucho más allá, en el transcurrir del tiempo, del uso que nosotros podamos hacer de ellas. Lo que haremos será partir de la necesidad de elaborar, de una manera sistemática, una nueva teoría epistemología genética audiovisual, en la que, desde la perspectiva de su “genetismo”, podrían reconocerse al menos cinco fases descriptivamente claras de la influencia de la imagen audiovisual en el desarrollo.

 
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