6.3. EL USO DEL ARGUMENTO FÍLMICO COMO RECURSO EDUCATIVO EN LOS PROGRAMAS DE MEJORA DE LA INTELIGENCIA

La tendencia a la consideración aislada de situaciones fílmicas que se manifiesta aún en los primeros años de la edad escolar nos hace pensar que éstos niños tienen una gran dificultad para la comprensión de la estructura general del argumento cinematográfico, simplemente porque  no se ha utilizado el estudio de la “anatomía argumental”, como un medio para potenciar la capacidad estructural cognitiva de los escolares. La enseñanza de la retórica fílmica pretenderá, por lo tanto, acercar la comprensión de los alumnos al arte cinematográfico de narrar, al modo de cómo el cine o cualquier otra forma de expresión multimedia, expone los hechos que aborda y relata los sucesos.

Podemos, pues, utilizar el argumento fílmico en un programa de mejora de la inteligencia en cuanto que este recurso, ahora reconocido en su dimensión educativa, nos puede ser de mucha utilidad para el análisis del contenido y el estilo del documento audiovisual y de sus tipologías. Nuestro objetivo sería hacer a los alumnos capaces de describir las cualidades y categorías descriptivas del documento fílmico, para que, en definitiva, puedan responder a preguntas sobre las circunstancias que giran alrededor de la narración y exposición los hechos filmados.

Las ideas expresadas por Toulmin (1958) pueden ofrecernos bastantes pistas para utilizar los argumentos de las películas no sólo como medio de acceso a la comprensión total del film, sino también como recurso de potenciación del razonamiento infantil, aunque ésta no fuera la intención original del autor, ya que utiliza el concepto de argumento del modo más generalizado posible y con especial atención a los modos de razonamiento científicos, legales, éticos y artísticos, pero no fílmicos.
           
Se trata, en un principio, de situar al niño ante las preguntas fundamentales del “quién”, “qué”,  “por qué”, “dónde”, “cuándo”, “cómo” o “por medio de qué” se realiza el transcurrir de la historia narrada. De este modo, transformamos la película de ficción o el documental no sólo en objeto de reflexión y análisis, sino también, de discurso o argumentación con connotaciones especiales; se ofrecen, así, recursos lingüísticos que parten de un medio en el que las ideas que se quieren comunicar se transforman en imágenes, o a la inversa. Buscaremos, además, corrección en las respuestas y la mayor claridad posible en su exposición.  Podremos incluso llegar a llamar la atención sobre cuestiones estéticas en lo relativo a la expresión cinematográfica o los diferentes estilos y géneros de la narración fílmica. Ofreceremos así una guía interpretativa de los criterios estructurales del documento, un modelo de conexiones en el que los diferentes elementos que lo componen llegarán a ser mucho más significativos y conscientes.
             
No olvidemos que un argumento -en cuanto que relato de una acción- es, en realidad, un razonamiento. Y un modo de argumentar es, también, una manera de razonar. Una película del famoso detective Sherlock Holmes, un gran maestro en persuasión retórica, puede ser un magnífico instrumento para el análisis y discriminación de los razonamientos inductivos y deductivos.  En el discurso detectivesco de Holmes se aducen las pruebas pertinentes, confirmadas y probadas, y se confutan las artimañas del adversario criminal. En este caso, se ofrece una narración clara y verosímil de los hechos que no solamente logra el propósito de instruir sino también de deleitar con su exposición.  Holmes es, en efecto, un personaje elocuente, conspicuo, pertinente, capaz de iluminar los aspectos oscuros de la situación que se ofrece como objeto de reflexión, conciso y ordenado en la exposición, todo un modelo a seguir.

Este tipo de planteamientos cinematográficos que se siguen con agrado, que no aburren ni fatigan,  pueden contribuir al descubrimiento del placer de la lógica, un placer para el cual el escolar maduro comienza a estar capacitado. El interés que aporta radica en que Sir Arthur Conan Doyle produjo un tipo de argumentos aptos para una correcta investigación, basados en la lógica de la deducción y en la eliminación de cualquier posibilidad de azar. El detective parte así de indicios que, cuando se ven avalados por otras pruebas, logran transformar las sospechas en certidumbre: si lo que he sospechado se acompaña de pruebas ciertas, entonces lo sospechado se transforma en verdadero. En ese preciso momento el asesino o asesina se desmorona ante la contundencia de lo asertórico del silogismo.

El ideal de brevedad, en el que nada que no sea fundamental puede ser añadido, conduce a exponer, como si de una reducción fenomenológica al estilo husserliano se tratase, lo que basta, exactamente lo que es imprescindible,  lo necesario y lo suficiente. El ritmo, tan necesario en la narración fílmica, alcanza también a la propia lógica del discurso hablado.

 

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