Al fin y la cabo, todas estas industrias culturales se dedican al negocio de producir "textos" para una audiencia que las consume de forma masiva, y de hecho actualmente hablamos de producción multimedia sobre todo porque las producciones desde un medio son emitidos en uno u otro...

En este sentido, hay que hablar de convergencia pero sin olvidar otro de los rasgos prominentes de la cultura posmoderna: la prevalencia de la televisión. Para Baudrillard, la televisión es el objeto definitivo y perfecto en esta nueva era (Foster, Habermas y Baudrillard, 1986, p. 188). Gerbner (en Bryant y Dolf, 1996) habla de cómo la televisión se impone en el entorno simbólico, su teoría del proceso de aculturación intenta comprender y explicar la dinámica de la televisión como fuerza cultural dominante y distintiva de nuestra era. Y González Requena se refiere a un "Discurso Televisivo Dominante", en tanto que domina en las televisiones del mundo y en cuanto tiende a someter a su hegemonía el resto de los discursos de nuestra contemporaneidad. Se trata de un "discurso límite", es decir "un discurso que apunta hacia el límite mismo de su disolución discursiva" (González Requena, 1992, pp. 147-148).

Entre otras, sus características serían: exigencia a cada uno de sus elementos una plena legibilidad; compatibilidad, para su destinatario, con cualquier otra actividad; tendencia a abolir todo contexto referencial a través de un sistemático cierre autorreferencial; fragmentación y redundancia sobre la repetición constante de fragmentos equivalentes, que "no cesa de hablar para no decir nada"; saturación de marcas de la enunciación en el que la hipertrofia de la función fática vacía de identidad diferencial a enunciador y enunciatario para, a través de una interpelación incesante, postular su fusión especular; construcción de una réplica imaginaria del universo real y "que media sistemáticamente en las relaciones de los individuos con éste invitándoles a una cotidianización de la experiencia vicaria (y, por ello a una universalización del kitsch); vaciado de la dimensión simbólica.

¿Y cuáles serían sus auténticos efectos? Entre otros: una construcción de un espectáculo permanente, cotidianizado y universal; la integración por este gran espectáculo de todo espectáculo preexistente y tendencial aniquilación de éste en tanto espectáculo independiente; y, sobre todo -aquí coinciden las distintas perspectivas-, la reducción del ciudadano al status de espectador-consumidor (p. 161).

Una convergencia por tanto bajo el signo de la pantalla televisiva. Así ha sido y así parece que continuara siendo por mucho tiempo. Conviene no olvidarlo para cuando tratemos con la fuerte interferencia de otras pantallas como la del ordenador o el móvil.

En consecuencia, en el ámbito de la investigación, muchas de las cuestiones que se habían reservado al estudio de los fenómenos televisivos deben ser planteadas ahora también para los otros medios: estrategias de marketing; los límites entre la publicidad y los otros tipos de comunicación; el control de la creatividad por parte del "patrocinador"; la legislación, etc.

Por otro lado, desde el punto de vista del marketing, cabe señalar que hablaremos continuamente de conceptos análogos al de convergencia: sinergia, comunicaciones conjuntas, comunicación integrada, globalización... No es casual esta ingente acumulación de términos que nos hablan en un mismo sentido en el campo que nos toca analizar: el de la comunicación comercial.

 
retroceder avanzar