2.1.2. La investigación evolutiva de la influencia de los medios en la infancia

Los efectos de los medios de comunicación han pasado hoy a ser el área de investigación con mayor desarrollo. Sin duda este hecho constata la importancia de este proceso-problema del que hemos venido hablando. Sin embargo, no toda esta investigación está dirigida a explicar los efectos en cuanto efectos evolutivos, en cuanto efectos genéticos acumulados a lo largo de la infancia y de la juventud y con impacto en la conformación estructural de la persona.

A lo largo de nuestros 30 años de investigación sobre la exposición del niño a la televisión ha venido siendo deprimente comprobar que esta área de investigación permanecía sin ser integrada en el campo básico del estudio del desarrollo infantil. Con harta frecuencia, los autores de los textos de psicología evolutiva ignoran completamente que el niño dedica más horas a ver la televisión que a hablar con sus padres, a jugar, a explorar su entorno físico o a dominar la lectura. (Singer y Singer, 2001c, p. xiv)

Esta observación (que no podemos sino extender a nuestra vivencia en España) de Dorothy y Jerome Singer, dos de los más reconocidos y dedicados investigadores del papel de la televisión en el desarrollo infantil, se complementa en nuestro país con un alejamiento parecido de los investigadores de los medios respecto del problema del desarrollo (del Río, 1996b; Álvarez, 1999a). Estamos convencidos de que el problema crucial de los efectos profundos o acumulados de los medios, en caso de serlo, no sería otro que un efecto genético, esto es, evolutivo. La conceptualización de Gerbner (1990) sobre el “cultivo” es una prudente constatación, desde el campo de la comunicación, que debería haber canalizado más miradas en esa dirección.

Es obvio que una campaña publicitaria concreta en TV puede influir en la cantidad de agua embotellada consumida en un mes o que la parrilla de programación combinada de las cadenas, o incluso una sola serie juvenil de éxito, pueden disminuir la cantidad de horas dedicadas al estudio por los escolares de catorce años en el mes de exámenes de mayo. No es nuestro objetivo aquí sin embargo analizar las diferencias entre estos dos tipos de efectos concretos que Comstock y Paik (1991), denominan “primarios”, en el primer ejemplo, o “secundarios”, en el segundo ejemplo. Nuestro objetivo va más allá. Consiste en tratar de esclarecer cómo la acumulación y la interrelación de factores tanto generales como específicos de los media acaban teniendo efectos significativos, sistemáticos, estructurales y no pasajeros, en los individuos y las comunidades humanas.

En buena medida, la investigación empírica de los efectos generales y a largo plazo de los medios audiovisuales se ha ido produciendo por la presión de tres fuerzas convergentes: por una parte, por la mera acumulación o coincidencia reiterativa de la investigación de efectos más limitados y específicos –cuando los estudios concretos sobre un determinado problema apuntaban sistemáticamente a resultados comunes–; por otra, por la presión de las teorías y de la investigación básica; y por último, por la presión social de colectivos afectados por las prácticas de los medios de comunicación que han tratado de objetivar su caso para poder presentarlo con convicción a la sociedad.

No es pues de extrañar que el panorama que muestra una revisión de la investigación empírica sobre los efectos sea un tanto disperso, aunque a lo largo de ya medio siglo de investigación sostenida, se ha ido produciendo un proceso de articulación y convergencia. La acumulación de datos y preocupaciones sociales y profesionales ha ido reduciendo o concentrando los tópicos de estudio, aunque no integrándolos totalmente. El papel de las teorías como fuerza articuladora es un signo de madurez como señalan Bryant y Zillmann (1994), y se aprecia especialmente en su “capacidad programática”, es decir en su influencia para dirigir y coordinar proyectos sistemáticos de investigación.

Los efectos de los medios se han investigado en general desde los dos focos de atención clásicos. Por una parte el de la investigación aplicada, en que las ciencias sociales deben de obedecer a las preocupaciones de la sociedad y aplicar su esfuerzo a proporcionar respuestas a las preguntas de ésta. Por ejemplo: ¿se ha producido un incremento de la violencia en las nuevas generaciones?, y ¿qué influencia tendría la televisión en ese incremento de la violencia social? ¿Tienen un efecto positivo para el desarrollo de los niños y su mejor preparación para la entrada en la escuela programas educativos de TV diseñados desde orientaciones psicopedagógicas? ¿En qué medida las características estructurales y formales de la programación televisiva de creciente efectismo y fragmentación en las dos últimas décadas podría tener relación con los problemas de muchos niños en atención estratégica, razonamiento o lectura? ¿Hasta qué punto generan miedo o conductas sexuales patológicas los consumos de sexo y contenidos violentos o crueles en televisión? ¿Cuánta televisión debe ver un niño? ¿Influyen las representaciones, ausencias o sobre-presencias de cada grupo social en las imágenes discriminatorias sobre grupos sociales (por raza, género, edad, cultura, etcétera)?

El otro foco que ha dirigido la mirada de los investigadores ha sido el de las preocupaciones de la propia ciencia, la agenda de problemas teóricos que necesitan las disciplinas para resolver sus grandes cuestiones. Por ejemplo: ¿cuál es el impacto de los medios culturales, y especialmente de los medios de comunicación audiovisual en el desarrollo de las grandes funciones y capacidades psíquicas, como la atención, la creatividad, la memoria, la percepción, el pensamiento…? ¿En qué medida el desarrollo moral o la pro-socialidad son sensibles a los modelos sociales transmitidos por la cultura audiovisual? ¿Cuál es la relación entre identidad y cultura audiovisual? ¿Es la imagen un medio más positivo o negativo que la lecto-escritura para el desarrollo intelectual?¿De qué manera? ¿Cuáles son sus relaciones?

Bajo el impulso de una y otra agenda y tras medio siglo de investigación acumulada, el panorama actual ofrece ya una buena cantidad de respuestas. Desde luego permanecen abiertas muchas de las viejas preguntas y han surgido otras nuevas, pero con las evidencias recogidas se han agrupado en general los conocimientos alrededor de tres grandes bloques, que se refieren a efectos en el desarrollo cognoscitivo, en el directivo y en la actividad del niño. Aclaremos un poco, antes de comentar estos efectos genéticos, qué se entiende por “efectos genéticos”.

 

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