Los efectos de los medios de comunicación han pasado hoy a ser
el área de investigación con mayor desarrollo. Sin duda este hecho
constata la importancia de este proceso-problema del que hemos venido
hablando. Sin embargo, no toda esta investigación está dirigida
a explicar los efectos en cuanto efectos evolutivos, en cuanto efectos
genéticos acumulados a lo largo de la infancia y de la juventud
y con impacto en la conformación estructural de la persona.
A lo largo de nuestros 30 años de investigación
sobre la exposición del niño a la televisión ha venido siendo
deprimente comprobar que esta área de investigación permanecía
sin ser integrada en el campo básico del estudio del desarrollo
infantil. Con harta frecuencia, los autores de los textos de psicología
evolutiva ignoran completamente que el niño dedica más horas a
ver la televisión que a hablar con sus padres, a jugar, a explorar
su entorno físico o a dominar la lectura. (Singer y Singer, 2001c,
p. xiv)
Esta observación (que no podemos sino extender a nuestra vivencia
en España) de Dorothy y Jerome Singer, dos de los más reconocidos
y dedicados investigadores del papel de la televisión en el desarrollo
infantil, se complementa en nuestro país con un alejamiento parecido
de los investigadores de los medios respecto del problema del desarrollo
(del Río, 1996b; Álvarez, 1999a). Estamos convencidos de que el
problema crucial de los efectos profundos o acumulados de los medios,
en caso de serlo, no sería otro que un efecto genético, esto es,
evolutivo. La conceptualización de Gerbner (1990) sobre el “cultivo”
es una prudente constatación, desde el campo de la comunicación,
que debería haber canalizado más miradas en esa dirección.
Es obvio que una campaña publicitaria concreta en TV puede influir
en la cantidad de agua embotellada consumida en un mes o que la
parrilla de programación combinada de las cadenas, o incluso una
sola serie juvenil de éxito, pueden disminuir la cantidad de horas
dedicadas al estudio por los escolares de catorce años en el mes
de exámenes de mayo. No es nuestro objetivo aquí sin embargo analizar
las diferencias entre estos dos tipos de efectos concretos que Comstock
y Paik (1991), denominan “primarios”, en el primer ejemplo, o “secundarios”,
en el segundo ejemplo. Nuestro objetivo va más allá. Consiste en
tratar de esclarecer cómo la acumulación y la interrelación de factores
tanto generales como específicos de los media acaban teniendo
efectos significativos, sistemáticos, estructurales y no pasajeros,
en los individuos y las comunidades humanas.
En buena medida, la investigación empírica de los efectos generales
y a largo plazo de los medios audiovisuales se ha ido produciendo
por la presión de tres fuerzas convergentes: por una parte, por
la mera acumulación o coincidencia reiterativa de la investigación
de efectos más limitados y específicos –cuando los estudios concretos
sobre un determinado problema apuntaban sistemáticamente a resultados
comunes–; por otra, por la presión de las teorías y de la investigación
básica; y por último, por la presión social de colectivos afectados
por las prácticas de los medios de comunicación que han tratado
de objetivar su caso para poder presentarlo con convicción a la
sociedad.
No es pues de extrañar que el panorama que muestra una revisión
de la investigación empírica sobre los efectos sea un tanto disperso,
aunque a lo largo de ya medio siglo de investigación sostenida,
se ha ido produciendo un proceso de articulación y convergencia.
La acumulación de datos y preocupaciones sociales y profesionales
ha ido reduciendo o concentrando los tópicos de estudio, aunque
no integrándolos totalmente. El papel de las teorías como fuerza
articuladora es un signo de madurez como señalan Bryant y Zillmann
(1994), y se aprecia especialmente en su “capacidad programática”,
es decir en su influencia para dirigir y coordinar proyectos sistemáticos
de investigación.
Los efectos de los medios se han investigado en general desde los
dos focos de atención clásicos. Por una parte el de la investigación
aplicada, en que las ciencias sociales deben de obedecer a las preocupaciones
de la sociedad y aplicar su esfuerzo a proporcionar respuestas a
las preguntas de ésta. Por ejemplo: ¿se ha producido un incremento
de la violencia en las nuevas generaciones?, y ¿qué influencia tendría
la televisión en ese incremento de la violencia social? ¿Tienen
un efecto positivo para el desarrollo de los niños y su mejor preparación
para la entrada en la escuela programas educativos de TV diseñados
desde orientaciones psicopedagógicas? ¿En qué medida las características
estructurales y formales de la programación televisiva de creciente
efectismo y fragmentación en las dos últimas décadas podría tener
relación con los problemas de muchos niños en atención estratégica,
razonamiento o lectura? ¿Hasta qué punto generan miedo o conductas
sexuales patológicas los consumos de sexo y contenidos violentos
o crueles en televisión? ¿Cuánta televisión debe ver un niño? ¿Influyen
las representaciones, ausencias o sobre-presencias de cada grupo
social en las imágenes discriminatorias sobre grupos sociales (por
raza, género, edad, cultura, etcétera)?
El otro foco que ha dirigido la mirada de los investigadores ha
sido el de las preocupaciones de la propia ciencia, la agenda de
problemas teóricos que necesitan las disciplinas para resolver sus
grandes cuestiones. Por ejemplo: ¿cuál es el impacto de los medios
culturales, y especialmente de los medios de comunicación audiovisual
en el desarrollo de las grandes funciones y capacidades psíquicas,
como la atención, la creatividad, la memoria, la percepción, el
pensamiento…? ¿En qué medida el desarrollo moral o la pro-socialidad
son sensibles a los modelos sociales transmitidos por la cultura
audiovisual? ¿Cuál es la relación entre identidad y cultura audiovisual?
¿Es la imagen un medio más positivo o negativo que la lecto-escritura
para el desarrollo intelectual?¿De qué manera? ¿Cuáles son sus relaciones?
Bajo el impulso de una y otra agenda y tras medio siglo de investigación
acumulada, el panorama actual ofrece ya una buena cantidad de respuestas.
Desde luego permanecen abiertas muchas de las viejas preguntas y
han surgido otras nuevas, pero con las evidencias recogidas se han
agrupado en general los conocimientos alrededor de tres grandes
bloques, que se refieren a efectos en el desarrollo cognoscitivo,
en el directivo y en la actividad del niño. Aclaremos
un poco, antes de comentar estos efectos genéticos, qué se entiende
por “efectos genéticos”.
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