4.4.  LA DISCRIMINACIÓN  ENTRE LO IMAGINARIO Y LO REAL

Interesa todavía saber algo más no ya sólo sobre los aspectos puramente perceptivos y cognitivos sino, también, sobre el perfil psíquico de los estados de conciencia del niño. Cabe preguntarse, por ejemplo, en qué medida el universo de ficción de las películas contribuye a hacer más confusa, incluso una vez alcanzado el período escolar, hasta los nueve años aproximadamente, la discriminación entre esos tres estados de conciencia que son las vivencias oníricas, el mundo imaginario y el mundo real. Recordemos que el mundo sólo es reconocible por la representación que de él tenemos.
             
Sería interesante verificar hasta qué punto la influencia de la imagen y la proliferación de la experiencia visual ha podido llegar a modificar los esquemas de pensamiento del niño infantil y escolar con respecto a la cognición de la  realidad: este es uno de los temas fundamentales de la epistemología genética. Piaget, al tratar el desarrollo del concepto de “realismo” en la niñez, se sintió ya interesado por esa confusión infantil, según edades, entre los diferentes estados de conciencia y la realidad objetiva. Decía que el niño es realista y lo es porque ignora la interioridad del pensamiento,  la capacidad de reflexión sobre sus propias vivencias, de ahí que tenga serias dificultades para explicar el más subjetivo de los fenómenos: el onírico. Se hace ahora necesario, por lo tanto, recordar y volver a verificar, esta vez con la influencia determinante del cine y la televisión, lo que el gran maestro de la epistemología genética aportara ya hace muchos años al estudiar el concepto de realismo y la conciencia de sí.
           
Piaget (1933) publicó un estudio sobre la significación de los sueños en la mente del niño. Se trataba de que el niño respondiera a estas cuestiones:

1. ¿Sabes que es un sueño?
2. ¿Sueñas por las noches?
3. Y sobre todo: ¿de dónde vienen los sueños?

En relación con las respuestas ofrecidas estableció una diferencia significativa entre tres etapas del desarrollo:

En la 1ª etapa, de cinco a seis años, la primera vez que el niño experimenta un episodio onírico lo experimenta como un falso recuerdo de realidad. Creen que los sueños proceden de fuera y permanecen en el exterior: tienen lugar en el espacio de su habitación, es frecuente temer a la noche o, incluso al dormitorio, “porque está lleno de sueños”. En esta primera etapa, los confunden con la realidad y al despertar los tendrán como verdaderos y formarán, además, parte de sus recuerdos. La prueba la tenemos en lo que cuesta calmar a un niño que ha padecido una pesadilla y convencerle de que lo que le ha asustado tanto no ha pasado. Sueñan con los ojos y pueden, por tanto, "ver" con ellos lo que sueñan, de una manera, similar, suponemos, a como ven las imágenes de ficción, teniendo éstas el  mismo valor de realidad y de carga afectiva que sus sueños y la misma influencia en sus recuerdos, temores o expectativas.     

 

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