4.3.2. Modelo escolar de aprendizaje audiovisual infantil: estrategias psicopedagógicas de intervención en la escuela infantil

Por muy pequeños que nos lleguen los niños a la educación infantil, todos han tenido ya, como hemos expuesto en las primeras páginas, un contacto temprano previo con el mundo audiovisual y multimedia. El programa de intervención escolar podría entonces estructurarse en las siguientes cuatro fases:

  1. Fase descriptiva de diagnóstico sobre la influencia que está ejerciendo ya la imagen sobre la conducta infantil.
  2. Fase de interpretación de acuerdo con un modelo psicopedagógico establecido.
  3. Fase de intervención escolar: respuesta educativa.
  4. Fase de resultados de la intervención.

La fase descriptiva

  • Mediante juegos podemos indagar qué es lo que ven y a qué horas o cómo influye en sus deseos y motivaciones el tipo de publicidad.
  • Mediante el juego dramático comprobaremos los mecanismos de imitación y los procesos de identificación con los diferentes personajes televisivos o cinematográficos que llaman su atención en los momentos de ocio multimedia.
  • Jugando a contar las películas o a construir una historia propuesta podremos obtener interesantes datos de análisis sobre la comprensión infantil de la estructura argumental.
  • Indagando, finalmente, sobre el impacto emocional y la valoración de realidad de lo percibido.  Podemos preguntar si lo que ha ocurrido en una determinada historia es real o imaginario, qué cosas les han dado pena, con cuáles se han reído o les han parecido más divertidas.

Fase de valoración psicopedagógica: Teoría de la configuración de la mente.

En esta fase de necesaria fundamentación teórica previa, indispensable en cualquier tipo de metodología científica, podemos recurrir a la teoría de la configuración de la mente, ya presentada al comienzo del trabajo, o a cualquier otra teoría o paradigma psicopedagógico de carácter cognitivo que sirva de referencia a la observación inicial.

Fase de intervención escolar.

Tomando como lugar de partida la fase descriptiva y valorativa de nuestro programa construiremos un bloque temático, “el rincón o taller de la tele”, destinado a demostrarles cómo lo que se ve en la televisión puede ser divertido, pero no siempre bueno, bonito o verdadero y cómo los que hacen los programas consiguen engañarnos para que nos creamos lo que ellos imaginan.

Hay que enseñarles a distinguir la programación ficticia (películas, series, concursos y otros programas de entretenimiento) de la de los informativos y documentales.

  • Enseñarles que  los informativos y documentales no reproducen la realidad con exactitud. Por ejemplo, utilizando el vídeo en el aula podemos grabar una determinada situación; después les haremos ver que hay muchos aspectos de esa situación que no aparecen en la imagen. Incluso que varias grabaciones de la misma resultan diferentes.
  • Hecha esa diferenciación, en atención al nivel de la capacidad cognitiva del niño pequeño, debemos centrarnos en mostrarles los trucos que se usan en las películas para que parezca verdadero algo que no lo es.
  • Habrá que hacer un gran esfuerzo imaginativo para que el rechazo de la falta de calidad y de la violencia televisiva se convierta, desde la educación infantil, en una auténtica reacción condicionada. Para transmitir que el dolor, que se ha podido experimentar en uno mismo, no sea admitido como un recurso de entretenimiento. Por otra parte, como es natural, reforzaremos comportamientos como la autoestima,  la tolerancia, la convivencia, la ayuda mutua, la diversidad  (Paniagua y Palacios, 2005) y la aceptación de los demás, la mediación, la negociación, la paz o la amistad, aunque hemos de tener en cuenta su naturaleza egocéntrica y su incapacidad evolutiva para ponerse en el papel de los otros. Por ejemplo, les diremos que nos cuenten las cosas buenas que han visto en los televisores de sus casas, aunque difícilmente se podrá distinguir entre lo que realmente han visto y lo que se inventa, pero no importa. De esta manera entrenaremos su atención, su capacidad de discriminación  y su interés hacia los aspectos sociales positivos del mensaje audiovisual.
  • También les diremos que nos cuenten las cosas desagradables, feas y malas que han visto, sabiendo que mezclarán recuerdos con experiencias propias desagradables e imaginación, pero de este modo podremos también entrenar su capacidad  temprana de discriminación estética y moral. Debemos potenciar en la audiencia infantil el sentimiento estético y el gusto por las cosas bien hechas. Rechazaremos “las cosas malas” enérgicamente, las criticaremos y las explicaremos, para configurar y afianzar este rechazo en su conciencia. Por ejemplo, podemos pegar en un mural, mediante dibujos caricaturizados y palabras que empleen la técnica expresiva del cómic, las cosas que no hay que hacer y que no merece la pena ver porque son desagradables. 
  • Las “cosas positivas” descubiertas en la televisión o en las películas serán integradas por nosotros en el currículo escolar y se trabajará sobre ellas, convirtiéndolas en centro de atención. Podemos utilizar una técnica similar a la anterior.

Resultados  esperados de la intervención o comprobación de nuestras hipótesis.

Ante el rechazo, por parte de todos, del mural de “las cosas malas y negativas”, todos los niños querrán, finalmente, orientarse hacia el mural de “las cosas buenas y positivas”. Para ello se hace necesario hacer de éstas algo especialmente atractivo y apetecible desde el punto de vista de los  modelos de comportamiento. Esos modelos han de ser continuamente reforzados con actitudes positivas y felices por las educadoras y educadores, de tal manera que, según los principios del aprendizaje operativo de Skinner (1953, 54), se transformen poco a poco en auténticos hábitos de conducta.  Recordemos que lo malo, lo sucio o lo desagradable suele resultar mucho más atractivo como factor transgresor de la norma y la apetencia por lo prohibido. Resaltemos, por otra parte, que los niños de esta edad,  difícilmente pueden controlar sus impulsos, de ahí la necesidad de crear hábitos estables de conducta como resultado de nuestro trabajo en la Escuela Infantil.

Debemos reconocer una falta de atractivo de los modelos positivos que tradicionalmente se han ofrecido como aburridos y como modelos representantes de una bondadosa moralidad estereotipada que  nunca ha correspondido con la realidad. La conducta agresiva responderá, generalmente, a un mal desarrollo psicomotor de niños que no saben jugar porque controlan mal su cuerpo y no han desarrollado suficientes habilidades lúdicas y motoras, en esas horas  de pasividad hurtadas al aprendizaje y la estimulación motriz.

Tal vez, -y eso es algo que se deberá comprobar con la puesta en marcha de esta experiencia u otra similar- si se actúa de esta manera, podremos llegar a comprobar cómo se ha modificado la conducta infantil frente al medio audiovisual. Se comprenderán mejor las historias, se discriminará con más propiedad entre fantasía y realidad y habremos transformado el mensaje televisivo o cinematográfico en atención a sus aspectos más positivos y habremos contribuido a ayudar a los preescolares a distinguir entre imaginación y realidad.

 

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