4.2.2. La comprensión del film a los cinco años: Paula y Stitch

En nuestras diferentes observaciones hemos podido constatar que a la edad de cinco años, Paula, por ejemplo, no entiende muy bien el argumento de una película como Monstruos S.A., de los creadores de Toy Story, que fue una de las utilizadas para nuestro estudio. Es capaz de fijarse, eso sí, en detalles muy concretos, aunque se pierde en el significado de la trama general. Pero lo más representativo es que, como no puede comprender algunas partes del argumento, es perfectamente capaz de adaptarlo a sus capacidades cognitivas. De este modo,  esas lagunas en la narración argumental son salvadas con la ayuda de su imaginación y la película puede llegar, finalmente, a hacerse comprensible para su entendimiento.

La narración infantil de una película puede, finalmente, convertirse en otra bien distinta, incluso más rica, imaginativa, increíble y poética que la que se ha intentado transmitir originalmente, lo que nos proporciona una nueva base argumental con la que trabajar. Cuando le pedimos a Paula que relate el argumento notamos como, con una gran espontaneidad y frescura, va improvisando sobre la marcha, especialmente cuando se enmaraña con la trama y no sabe por donde seguir. Si se insiste en que no la comprendemos en su peregrina fuga de ideas grita, se levanta disgustada, llama “tonta” a la ayudante que le está haciendo la prueba y reacciona con frustración y agresividad. Evidentemente, no es capaz, en la elaboración desordenada de su relato, de cambiar de punto de vista, de salir de su propio dinamismo mental para reconstruirlo.

Boo, la niña protagonista es del agrado de Paula porque es una niña como ella, es graciosa y su vestido es de color rosa, su color preferido. De entre todos los monstruos de la película el que más le gusta es el monstruo azul porque “es más mayor” (en realidad es más grande de tamaño y, como sabemos, los niños de esta edad, al centrarse en un solo aspecto de lo considerado -la característica de centración de la llamada fase preoperacional de Piaget- confunden el tamaño con la edad); también dice que “es más de verdad” (tiene más semejanza con la realidad) y por ello, “es menos raro, porque tiene una nariz, dos ojos y una boca”. Hasta aquí comprobamos que, a esta edad, los niños eligen modelos de identificación con los o las protagonistas de sus películas y no se sienten especialmente atraídos por personajes que se alejen excesivamente de la realidad. Parece, en consecuencia, que prefieren historias  imaginativas, que se confunden en efecto con su propio imaginario, pero que tienen personajes realistas, naturales y verosímiles. Lo demasiado extravagante, los engendros conceptuales, les producen cierta sensación de temor y hacen aumentar su sensación de inseguridad, de falta de control de la realidad y por lo tanto su estrés.

Al pedir a Paula que nos explicase la película Lilo y Stitch, dijo -al referirse al extragaláctico Stitch- que “es un perro, pero no un perro perro, es raro porque tiene cuatro brazos y unas cosas en la cabeza, pero es un perro”. Cuando una niña de cinco años, como Paula, puede clasificar objetos o animales por categorías y de acuerdo con características específicas, nos demuestra que puede comprender el concepto general de categorización según forma, color o tamaño, pero su comprensión y su capacidad verbal entran en conflicto cuando no puede calificar claramente lo que percibe, prefiriendo en cualquier caso agrupar un elemento extraño en el conjunto de los seres más o menos parecidos. Aquí descubrimos los esfuerzos conceptuales de Paula, que ya tiene un modelo de perro,  para categorizar a un extraño personaje de la película. Pensemos en que se encuentran en un período de su desarrollo en el que tratan de aproximarse a la comprensión del mundo que les rodea, aunque su imaginación supla, con creces interpretativas, lo que no entienden.

Lilo, por su parte, es una huerfanita que adopta como mascota a ese raro perrito que es, en realidad, un peligroso experimento perseguido en su galaxia. Paula se ha fijado especialmente en ese momento de la película en que Stitch está triste porque nadie lo quiere. El extravagante ser se había quedado mirando un cartel en el que se muestra a una niña abrazando a un perro verdadero; Stitch esconde entonces dos de los brazos y sus inapropiados cuernos para parecer, con la esperanza de que también a él le abracen y le quieran, un perro normal más.  Observemos cómo el mecanismo de identificación de Paula con Stitch es emocional y responde a un temor muy generalizado de todos los niños de esta edad. Recordemos que uno de los padecimientos psíquicos más frecuentes en la infancia lo constituye la llamada neurosis de abandono.

Hay un aspecto interesante que sutilmente se evidencia en esta película y es que Stitch no es querido, no es normal, porque ha sido malo. Y es que el complejo de culpa forma parte del conflicto básico en el que se debate el niño preescolar con su entorno familiar como consecuencia de su naciente y aún no sometido sentido de la autonomía. Este complejo le impulsará a planear y emprender iniciativas que chocarán con los naturales límites impuestos por los padres. Nuestra pequeña espectadora Paula tendrá que aprender a superar el conflicto entre sus impulsos, que la alejan de sus padres, y lo que se considera correcto, que la aproxima y garantiza su cariño. Sólo si Paula acepta la norma familiar, si es capaz de poner en práctica un poco de autocontrol, será una niña igual a todas, querida y admitida.

Gracias a los exaltados valores de la tradición familiar hawaiana (“Ohan”, palabra que significa “familia que permanece unida para siempre”), la pequeña Lilo logrará que el alienígena modifique su malvada e interesada forma de ser y encuentre aquello para lo que nunca fuera concebido: el afecto y el cuidado de un ser querido; y Paula se sentirá finalmente aliviada ante la certeza de que siempre habrá quien acoja a un ser abandonado por muy raro que éste sea.  El reclamo emocional intenso, que juega con la tendencia al padecimiento de la neurosis de abandono, es una constante en cierto tipo de producciones infantiles, en mi opinión poco recomendable, aunque sea un elemento característico de la narrativa infantil tradicional expresada por los cuentos de hadas.

 

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