Una consecuencia importante de estas observaciones nos lleva a plantearnos nuevas hipótesis acerca del significado y características de los tiempos de reacción en las diferentes fases del desarrollo evolutivo. El caso es que si hasta ahora se consideraba que la velocidad de anticipación era mayor en los adultos que en los niños, podría resultar que los nuevos ritmos audiovisuales impuestos desde la infancia temprana podrían modificar significativamente el tiempo de reacción, anticipándolo. Quizá este fenómeno pudiera comenzar a detectarse a partir de la finalización del período de educación primaria, a partir de los 11 años, siendo poco a poco cada vez más patente y efectivo, particularmente en la adolescencia. La aplicación comparativa de pruebas estandarizadas sobre tiempos de reacción en grupos de población de diferentes edades puede llegar a  arrojar más luz sobre la verificación experimental de esta hipótesis.
                       
Consideramos, por otra parte, que esta significativa sobreestimulación podría resultar especialmente lesiva para sistemas nerviosos que se encuentran en pleno proceso de maduración funcional. La correspondiente sobreexcitación podría ser más lesiva en niños de entre dos y seis años, en la fase infantil, o en niños de entre seis y nueve años, en la fase de inicio de la maduración neurofisiológica escolar, un período, este último, que se distingue por la aparición del ritmo alfa y cuya presencia es una muestra significativa de ese período crítico madurativo a nivel neurológico, no exento, por otra parte, de una variedad representativa de trastornos psicomotores típicos de la edad. Además, podría tratarse de una sobreestimulación que no sólo facilitaría procesos inmediatos de dependencia del ritmo de las distintas formas actuales de presentación de la imagen o del sonido, sino que también, y con el tiempo, podrían llegar a facilitar otros tipos de psicodependencias  que se transformen en adicción.
           
A nivel de recomendación orientadora hay que tener en cuenta que durante las primeras horas de la mañana y las primeras de la noche, la percepción sensorial infantil se encuentra mucho más impresionable que en otros momentos del día, justamente cuando se produce un mayor consumo de televisión, especialmente de dibujos animados,  por parte de los niños. Por este motivo, la atracción y la negativa influencia de imágenes aceleradas es mucho más intensa en esos momentos. En consecuencia, hay que tener un especial cuidado con el tipo de programación que se destina a los espectadores infantiles en esas franjas horarias.
           
En definitiva, parece claro que el cerebro, al procesar las diferentes características de unas imágenes virtualmente cada vez más sofisticadas y dinámicas, va creando su propio mundo audiovisual. Los contenidos y el ritmo de ese mundo virtual se hacen también cada vez más familiares y habituales en la infancia. Podríamos considerar, entonces, que el exceso de estimulación, que de él procede, se convierte en una necesidad, en virtud de la cual se establecen las consiguientes respuestas de adaptación ambiental. Podríamos afirmar que hay ya, en este sentido, toda una generación de escolares y adolescentes sometida a la tensión de un ritmo audiovisual que ha podido llegar a alterar la estructuración cognitiva y perceptiva, espacial y temporal, de la realidad tal y como hasta ahora la hemos experimentado. Este nuevo fenómeno sociocultural, que hunde sus raíces en la transformación estética de lo percibido, podría llegar a crear situaciones cuya conflictividad no ha sido aún suficientemente evaluada por los necesarios y urgentes estudios experimentales.
           
Hay que aclarar, finalmente, que la capacidad de reaccionar correctamente ante los estímulos visuales y auditivos es, naturalmente, algo positivo siempre y cuando se dé en circunstancias de equilibrio psicoevolutivo, esto es, cuando los tiempos de discriminación perceptiva y la capacidad de reacción estimular se encuentran en proporción armónica con el nivel de maduración y desarrollo neurológico y perceptivo. Recordemos que cuando aparecen, con Sir Francis Galton (1822-1911), las primeras pruebas psicotécnicas para determinar la capacidad motora de las personas, estas pruebas fueron, precisamente, las de los tiempos de reacción, las de la rapidez de movimientos y las de la fuerza muscular. Nosotros admitimos esta consideración siempre y cuando nos encontremos ante márgenes normales, armónicos y equilibrados de estimulación y respuesta, adecuados a la edad. Galton, incluso, utilizó la prueba de tiempos de reacción, para medir la inteligencia, porque pensaba que cuanto más adecuada fuera la respuesta tanto más eficaz sería la funcionalidad del sistema nervioso, en una interpretación que unía la agudeza sensorial visual con la capacidad para formar imágenes mentales. Un nuevo tipo de inteligencia capaz de vincular la agudeza sensorial con la capacidad de formar imágenes. ¿Qué tipo de imagen mental proporcionan los videojuegos, que parten naturalmente del desarrollo de la agudeza sensorial visual? ¿Acaso imágenes repetitivas estereotipadas? Se trataría en definitiva de destrezas capaces de garantizar el uso continuado de este tipo de estimulaciones lúdicas.

De todo lo dicho se desprende que debemos tener en cuenta que la configuración del cerebro se encuentra en una transformación constante y, desde luego, resulta afectada por nuestro estilo de vida, formas de interacción perceptiva, hábitos y comportamientos. Parece que el impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información está contribuyendo a configurar un nuevo cerebro, distinto al cerebro humano de épocas anteriores de nuestra reciente historia, fenómeno que aparece, sin lugar a dudas, como un nuevo reto científico para la neurociencia actual.

 

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