3.4. EL IMPACTO AUDIOVISUAL TEMPRANO EN LA FASE DE COMUNICACIÓN DEL NIÑO PREVIA A LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE

También queda mucho por investigar en la posible influencia del sonido de los diferentes elementos multimedia en el desarrollo de la comunicación prelingüística durante los primeros meses del desarrollo, aunque, como resultado de nuestras observaciones,  podemos avanzar algunas claves para su comprensión. El llanto indiferenciado inicial puede considerarse como una respuesta a la sobre estimulación sonora siendo capaces de orientarse hacia el lugar de procedencia de los sonidos. No cabe duda que desde el momento mismo del nacimiento puede haber una respuesta ante cualquier tipo de estímulo auditivo. El llanto diferenciado, después del primer mes de vida, y que logra ser discriminado por la persona con que se encuentren familiarizados,  podría valorarse -en ocasiones- como una posible forma primeriza de interacción ante determinados estímulos sonoros de origen audiovisual. Es más que probable que a partir de la primera semana puedan reconocer la diferencia entre voces y otro tipo de sonidos.

¿Qué papel jugarían, a partir de ese momento, los elementos multimedia en el desarrollo prelingüístico? El niño pequeño no puede hablar pero sí mirar, oír y escuchar. Su balbuceo temprano va a depender de su maduración biológica y de la experiencia que le proporcionen los estímulos medioambientales. En nuestros estudios sobre los procesos de aprendizaje perceptivo en fase temprana nos hemos preocupado por descubrir lo que atrae la atención del niño muy pequeño, en la convicción de que lo que el infante aprenda será, en gran medida, determinado por aquellos fenómenos curiosos de su entorno que logren captar su atención. Aquellos que por su propia naturaleza cambiante logren sorprenderle.

El balbuceo de los bebés no se verá afectado,  tal y como parece de acuerdo con nuestras observaciones, hasta las seis semanas postnatales por la experiencia ambiental. Pero después de las diez semanas de vida, el sonido medioambiental sí parece ejercer un efecto determinante. Responderá de este modo con sonidos inarticulados y con respuestas motoras a la excitación que les proporcione lo que escuchan. Pero mientras perciben la fuente del sonido suelen permanecer atentos y callados. Los sonidos simples semivocálicos y semiconsonánticos, a partir de la sexta semana, podrían, por ejemplo, ser estimulados, además naturalmente de la propia interacción familiar, por los sonidos televisivos o de cualquier otra fuente multimedia. Fenómeno que se haría más patente en la fase del balbuceo (entre tres y cuatro meses), momento en el que serán capaces de captar mejor el contenido emocional de las secuencias sonoras: respondiendo con miedo a las palabras crispadas y sonriendo y respondiendo con balbuceos a las dulces y amistosas.

Es verdad que el bebé balbucea, en una primera fase, sólo por el placer de descubrir esa forma meramente mecánica de producción sonora (reacción circular primaria), pero de inmediato comenzará a ejercitarse de esa manera por influencia medio ambiental. Creerá que la televisión responde a sus sonidos del mismo modo que lo hacen las personas más próximas. Este es el fenómeno, destacado por Piaget, de las reacciones circulares secundarias. Como encuentra eco, su motivación sonora será mayor, pero probablemente todavía no discriminará entre procedencias sonoras humanas o de otra índole.  No obstante, hay que reconocer que lo que de verdad contribuye a un aumento positivo de los balbuceos en los niños es el estímulo vocalizador de los padres en momentos especiales, por su significado amplio, de intercambio afectivo.

Parece que a los cuatro meses pueden llegar a reconocer la correspondencia entre los estímulos visuales y sonoros. La percepción intermodal da lugar a la capacidad de relacionar, vincular e integrar informaciones procedentes de diversos estímulos ambientales, tales como la visión o el sonido. Proponemos una experiencia sencilla: si ofrecemos a niños de cuatro meses dos películas, una en la que la banda sonora se combina con el movimiento y otra en la que no se produce esta coordinación de imagen y sonido, podremos descubrir cómo los pequeños se sienten más atraídos, manteniendo durante mucho más tiempo la mirada, por esta última forma de montaje. ¿Podemos admitir a partir de esta observación que los niños de esta edad reconocen y disfrutan de la correspondencia entre el sonido y la imagen? ¿Se establecerá una importante correspondencia entre el ritmo de la acción y el ritmo sonoro en este estadio preverbal de clara comunicación sensoriomotora? Parece acertado suponer que sí.

A partir de los cinco o seis meses, y hasta los nueve, los niños y niñas se inician en el laleo o imitación imperfecta, haciéndose más conscientes del valor comunicativo de los sonidos que les rodean. A partir de esta edad serán especialmente conscientes de la entonación y del ritmo, aprenderán, entonces, a distinguir la procedencia, familiar o multimedia, de la estimulación lingüística. Comprobaremos cómo permanecen algunos momentos en un silencio expectante, siguiendo con atención e interés las emisiones sonoras de cualquier origen, llegando a balbucear a modo de respuesta y tratando de reproducir de manera inteligente los sonidos previos escuchados. Coronando la fase prelingüística, sobre los nueve meses, se produce el fenómeno de la imitación consciente de los fonemas y sonidos percibidos, independientemente de su comprensión. Desde este punto de vista, y en este caso concreto, podemos valorar como positiva la influencia multimedia en el aumento actual de las vocalizaciones, contribuyendo a hacer más intenso y extenso el repertorio básico de sonidos en  la más madura vocalización de los bebés. El próximo paso, ya a lo largo del segundo año de vida, consistirá en la atribución gradual de significado a esos sonidos que comienzan a poseer un amplio valor comunicativo. El inicio del segundo año significará, de hecho, el encuentro con un amplio universo multimedia que influirá de manera determinante en su desarrollo lingüístico, perceptivo, cognitivo y emocional, pero que puede, si no tenemos cuidado, privarle del más que necesario desarrollo comunicativo social de los afectos y de las relaciones a través, fundamentalmente, del juego compartido.

Pero si las emisiones televisivas jugaron anteriormente un papel estimulador de los balbuceos, la televisión como niñera, con su fuerte poder de seducción, conduce ahora a la estimulación de comportamientos de aislamiento comunicacional. Y no olvidemos que en el proceso del desarrollo de la comunicación verbal, uno de los sucesos más maravillosos del segundo año,  la situación de reclusión frente al televisor conduce a que el niño reciba, de modo generalizado, solamente una información lingüística todavía muy confusa. En tales circunstancias resulta ser sólo receptor, la comunicación se encuentra totalmente lateralizada, no hay interactividad y el desarrollo de la comunicación dialogada se ve gravemente bloqueado. Es sólo al interactuar con otras personas reales y próximas cuando los niños escuchan oraciones con intencionalidad comunicativa bien formadas. Escuchar el lenguaje de los adultos y de otros niños mayores es imprescindible para que aprendan, descubriendo y aplicando las reglas, a construir sus propias oraciones.
 
Aún queda mucho por investigar en el desarrollo de la capacidad de percepción  audiovisual de los bebés y gran parte de lo que hemos indicado se mueve entre el terreno de los datos experimentalmente comprobados y de las hipótesis, pero es el único medio del que disponemos para aventurarnos en el conocimiento de un fenómeno, que por las especiales características de los sujetos, obliga a los científicos a excepcionales cuidados en sus avances e investigaciones.

 

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