1. INTRODUCCIÓN

El siglo XXI es, y lo será aún mucho más en su progresión temporal, el siglo de la educación y de la imagen. Por este motivo, es preciso que nos planteemos si entre todas las posibles inteligencias múltiples descritas por Gardner (1987) podríamos considerar una nueva forma de inteligencia especialmente significativa para los tiempos que vivimos y hemos de vivir, a la que podríamos llamar inteligencia fílmica o inteligencia audiovisual e incluso, en una conceptualización más cargada de presente y de futuro, inteligencia multimedia digital.

Desde hace al menos diez años -tantos como ha cumplido el proyecto de investigación psicopedagógica en el contexto de la Universidad Complutense de Madrid que se conoce como proyecto Infancine- el novedoso campo del aprendizaje multimedia, lo que se conoce en términos anglosajones como multimedia learning, ha emergido como una disciplina coherente y necesaria, pero nunca hasta nuestra propuesta actual ha sido concebida, sintetizada y organizada como una disciplina necesaria y dotada de métodos apropiados y técnicas de investigación en el contexto de la universidad.
            
En primer lugar, habría que definir qué es el aprendizaje multimedia. Es sencilla y evidentemente el aprendizaje tanto de palabras habladas o escritas, como de imágenes (ilustraciones, cómics, fotos, gráficos, animación, cine o vídeo), sin olvidar el papel educador de la expresión sonora musical. Ahora todos aprendemos sobre la base cada vez mayor de los soportes digitales, palabras e imágenes. Eso está bien, otra cosa es qué tipo de palabras e imágenes aprendamos, cuándo y cómo las aprendemos. Ha llegado pues el momento de los desarrollos multimedia al servicio decidido de la educación, aportando consideraciones prácticas para su mejora y optimización.

Es, en efecto, el momento de las presentaciones online de carácter instructivo, de las lecciones interactivas y de las pizarras digitales. O de las presentaciones power point, para las que se requiere el desarrollo de una psicología de la instrucción online como una nueva orientación psicopedagógica para los tiempos que corren. Quizá haya llegado también el momento de considerar la escritura de correos electrónicos o de mensajes telefónicos de texto como un campo necesario de intervención educativa y de aprendizaje, para que, entre otras muchas cosas, la belleza de nuestra lengua y nuestra lengua misma, no desaparezca o se desvirtúe tanto que ya no seamos, dentro de poco, capaces de reconocerla. Es el momento de intervenir educativamente, con urgencia y decisión, en la simulación de juegos y en una realidad virtual, que va más allá del 3-D y alcanza ya el  4-D. Y por supuesto, de cuidar del buen uso que en todo momento ha de hacerse de la comunicación de palabras o de imágenes, advirtiendo de los riesgos que conlleva.

Se trata de toda una forma de expresarse y de acceder al conocimiento que, hoy por hoy, parece encontrarse necesitada de una profunda investigación en el contexto de la ciencia cognitiva y del epistemológico genético. Indudablemente, estamos asistiendo, a pesar de la apatía reinante, al más espectacular desarrollo de una nueva forma de expresión del conocimiento y de la comunicación y, sobre todo, a una nueva forma de expresión de la inteligencia humana. Este reconocimiento científico y experimental de una nueva forma de expresión de la inteligencia, la inteligencia fílmica, multimedia o audiovisual, nos ayudaría a descubrir los procesos psicológicos de aprendizaje de los nuevos sistemas de acceso al conocimiento. Es así cómo, mediante la comprobación de la capacidad de los niños y adolescentes para la comprensión argumental y la discriminación ética y estética de los contenidos transmitidos a través de los diferentes sistemas multimedia, podemos ya diseñar novedosos modelos de instrucción y aprendizaje. Se trata, en definitiva, de vincular el recurso multimedia de aprendizaje con las aportaciones que provienen de la psicología cognitiva y de la instrucción, sin olvidar en ningún instante los principios básicos de la filosofía moral que han de acompañar siempre a cualquier intento pedagógico. Partimos así de la necesidad de establecer, con urgencia, hasta qué punto la imagen audiovisual supone un importante elemento configurador de la conducta perceptiva y cognitiva infantil.

Son muchas las tareas que este proceso de cambio radical de acceso al conocimiento exige a los educadores de nuestro tiempo. Se hace necesario, entre otras cosas, evaluar la capacidad de comprensión del documento visual y sonoro para enseñar a los niños a utilizar con habilidad, pero también con capacidad de entendimiento, esa forma de inteligencia que les permita convivir acertadamente con la imagen, incluso desde los primeros años de su desarrollo. Este es un campo que se sitúa al margen de las tecnologías aplicadas a las prácticas educativas en su sentido más estrictamente didáctico, lo cual no significa que éstas no sean absolutamente necesarias en el universo educativo. Es, pues, una empresa incompleta, entre otras cosas porque dependerá de sus seguidores perfeccionar y seguir investigaciones que, muchas veces, acaban de iniciarse.
           
Para comenzar a situarnos lo haremos con algunas precisiones conceptuales. Cuando utilizamos el concepto de imagen digital lo hacemos considerándolo como el conjunto de los sistemas y medios de comunicación audiovisuales de carácter multimedia puestos a disposición, de manera intencional o no, de la infancia desde sus primeras y decisivas etapas formativas hasta la adolescencia. Al referirnos a la inteligencia fílmica no sólo nos importa educar y evaluar los aspectos conductuales, emocionales y afectivos de tan evidente relevancia para la convivencia, sino también los perceptivos e intelectuales, que son tan decisivos en la construcción de la conciencia  y del pensamiento escolar en sus múltiples dimensiones y que se establecen a priori de los primeramente citados. El impacto emocional de la imagen ha sido y es una evidente preocupación que ha dado lugar a numerosos estudios y trabajos.

 

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