Si
bien actualmente la digitalización ha facilitado el almacenamiento
y la conservación de todo tipo de archivos, sean textuales, iconográficos
o audiovisuales, en los últimos cinco años han comenzado aparecer
ciertas dudas o cuestionamientos sobre la capacidad que tiene esta
innovadora tecnología para que los contenidos que se deban conservar,
se tengan que hacer en soportes digitales; se ha dicho que, al igual
que ha ocurrido con otros soportes tradicionales, los digitales
todavía siguen sin ser fiables, ya que no hay una gran seguridad
de que los contenidos no sólo no se pierdan en el tiempo, sino que
tal vez no se puedan utilizar más por la rápida obsolescencia que
se produce en aquellos equipos y programas informáticos que permitan
su acceso y lectura.
Y
aunque se haya planteado que a la inversa del libro, cuya conservación
en papel es estática y la tecnología digital la vuelve dinámica
(ya que todas las informaciones o contenidos una vez digitalizados
se pueden codificados redistribuir infinitamente por todo el mundo),
hasta hoy día, con todos los siglos que han pasado, y a pesar de
las limitaciones que tienen los soportes en papel, ellos continúan
siendo los únicos que conservan mucha de la memoria histórica de
la humanidad.
Muy
vertiginosamente hemos visto pasar de soportes digitales en cintas
y tarjetas perforadas a cintas y disquetes flexibles electromagnéticos,
y luego rígidos; de 8, 5,25 y 3,5 pulgadas; cartuchos y discos ópticos
para dispositivos electrópticos como DAT, DCC, los CD - Rom o CR
- R, CR -W, DVD, etc. (ver el siguiente apartado 1.4, página 55).
En menos de cuarenta años, han pasado ya nueve generaciones de soportes
informáticos y, en todos los casos, los equipos y soportes tecnológicos
han quedado obsoletos, han sido reciclados, o bien han sido relegados
y almacenados en bodegas, convertidos en verdaderos cementerios
de equipamientos computacionales.
De
hecho, a lo largo de la historia de los archivos audiovisuales,
sus actividades y servicios se han adaptado constantemente a la
evolución del mercado de las industrias audiovisuales. Y aunque
esta evolución se encuentra determinada por valores comerciales,
y no por los requerimientos de los archivos audiovisuales, ella
ha permitido se hayan perfeccionando los soportes físicos para que
sean más favorables su conservación, además de que se siguen mantenimiento
antiguos equipamientos tecnológicos para acceder a archivos con
soportes mecánicos, químicos o electromagnéticos de anteriores épocas.
Por ello, la mayoría de los responsables de los archivos audiovisuales
esperan, por ejemplo, que a treinta años de su existencia, todavía
existan aquellos ordenadores o computadoras con sus programas informáticos,
desde donde se pueda acceder y utilizar la información guardada
en los disquetes flexibles de los años 80.
Una reflexión económica como la famosa Ley de Moore(48),
indica que dentro de esta vertiginosa innovación tecnológica de
la informática, la capacidad y potencia de los ordenadores o computadoras
se doblan cada 18 meses y sus costos se reducen en dos. Por ello,
cada dos o tres años, estos equipamientos se renuevan y aparecen
sucesiva o periódicamente nuevas versiones de programas informáticos;
acaso, y tal como se ha hecho con el cine y la televisión analógica,
¿será necesario implementar un recinto tipo museo de equipamientos
y programaciones informáticas para poder utilizar los contenidos
e informaciones acumuladas en todos estos años? ¿Alguna institución
pública o privada podrá asumir los costos de su funcionamiento?
Se ha calculado que una transferencia sistemática de archivos en
antiguos soportes costaría hasta diez veces el valor de su propia
producción.
De
ahí la voluntad y consciencia de muchas personas e instituciones,
públicas y privadas, que trabajan desde hace muy poco tiempo en
la búsqueda de otros soportes físicamente indestructibles o inmortales,
como aquellos proyectos europeos I+D(49) que
tratan de fabricar CD inalterables en cristal, cubiertos con una
fina capa de oro en vez de aluminio. Ante los elevados costos de
producción que se generan en la fabricación de estos soportes, su
utilización sigue siendo limitada, y todavía prohibitiva y restringida,
para un amplio uso social y comercial.
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