1.4.
Semejanzas entre educación y publicidad
En
una primera instancia podría parecer que apenas existen elementos
en común entre el discurso publicitario y el escolar: o, si se prefiere,
entre los espots publicitarios considerados como paradigma del discurso
televisivo, y las clases o videos didácticos, considerados como
paradigma del discurso escolar. Sin embargo, hay estas notas que
dan al traste con esa afirmación.
1-
Comunicación por objetivos: Tanto en el aula como en el anuncio,
el emisor comunica no al azar o sin un objetivo claro (como sucede
con dos amigos que quedan a tomar café), tampoco por necesidad expresiva
(como cuando alguien necesita comunicar algo a un ser querido),
sino de acuerdo con una estrategia previamente diseñada: didáctica
en un caso, publicitaria en el otro.
2-
Interés por convencer: Hemos dicho que el discurso publicitario
persigue fascinar, a diferencia del discurso educativo, que busca
enseñar. Pero uno y otro coinciden en que intentan convencer al
público de algo: por vía más argumentativa, en el aula, y por vía
más emocional o fascinadora, en el espot. Pero siempre buscan ganar
para la propia causa y no meramente transmitir un mensaje.
3-
Conocimiento del target: Hemos dicho también que el profesor suele
estar presente en el momento de la emisión del mensaje, y eso permite
una mayor receptividad frente a las reacciones de la audiencia.
Pero es compatible con el hecho de que uno y otro -profesor y publicitario-
busquen obtener el máximo conocimiento posible de su audiencia:
el profesor habla con el alumno, con sus padres, se hace una idea
de sus capacidades y así puede adecuar su mensaje y seguir paso
a paso la recepción de las clases. También el publicitario opera
así: habla con el público, pasa cuestionarios, hace investigación
de mercados; y así logra un conocimiento bastante exacto de las
motivaciones de su público, de sus hábitos y costumbres, de sus
características sociodemográficas (edad, sexo, nivel de estudios,
clase social, etc). Y, así, puede también adecuar sus mensajes y
seguir la recepción de una determinada campaña (la recepción, la
opinión de los espectadores, de los compradores, etc).
4-
Finalidad pragmática: Tanto el discurso didáctico como el publicitario
tratan de "influir" sobre los receptores: en sus conocimientos,
en sus actitudes, en sus valores. El maestro trata no solo de instruir,
sino educar a través de los conocimientos. Y el publicitario lo
mismo: no trata sólo de dar a conocer una marca o producto, sino
de educar a través de una serie de símbolos, imágenes y estilos
de vida. Más que hablar de un producto, el publicitario busca definir
un estilo de vida para su público (como Levy's, que no habla de
ropa vaquera, sino de juventud e independencia).
¿A
qué conclusión llegamos entonces? Pues que, en contra de todas las
apariencias, publicidad y educación tienen en común lo más esencial
del proceso educativo: el deseo de educar, de ofrecer valores y
estilos de vida, haciéndolos atractivos para su audiencia.
A
partir de este descubrimiento, vamos a encarar el último punto de
esta introducción: qué puede aprender el discurso didáctico -tan
escasamente atractivo, en ocasiones- del discurso publicitario.
Cómo hacer que nuestras clases resulten tan fascinadoras e interesantes
como, con frecuencia, resultan ser los espots para los niños, que
con facilidad aprenden y repiten los eslóganes, las historias publicitarias
y hasta los más descarados mensajes comerciales.
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