9.2.
Contenido del mensaje publicitario
Si
nos fijamos en el contenido del mensaje publicitario, podemos encontrar
cualquier tema que interese a un gran número de personas, siempre
de acuerdo con las diferentes épocas y culturas. Se ha destacado
la pericia de los publicitarios para encontrar esos elementos:
"No
hay equipo de sociólogos capaz de rivalizar con los equipos de publicidad
en la búsqueda de la utilidad de elementos sociales susceptibles
de explotación. Los publicitarios se gastan cada año miles de millones
de dólares en la investigación y el examen de las reacciones del
público, y su producción constituye una extraordinaria acumulación
de datos sobre la experiencia y los sentimientos comunes de la sociedad"
(M. McLuhan,1972, p.252).
Por
eso, en realidad, la publicidad encierra mensajes intemporales,
presentando en cada época las mismas aspiraciones que afectaron
a todos los hombres de todas las épocas: el sueño de bienestar,
el sueño del poder y de la riqueza, el sueño de una vida sin límite,
el sueño de una euforia permanente. Así, "cualquier spot incluye
la excitación de un deseo y el modo de aplacarlo: crea una necesidad
y muestra cómo satisfacerla. En esto la publicidad siempre juega
con ventaja porque el hombre es un ser insatisfecho por naturaleza;
siempre quiere más" (Sanz, 1995, p. 61).
En
efecto, se trata de llegar al mayor número de personas del ámbito
social al que se dirigen; por tanto se llevan a cabo estudios psicológicos,
sociológicos, antropológicos, etc., con el fin de asegurar el efecto
deseado: proporcionar algún grado de felicidad. La publicidad funciona,
dice Mattelart (1989) "porque tiene el mérito de aportar soluciones
simples a problemas complejos" (p.82). Para conseguirlo, recurrirá
muchas veces al fuerte aliado del humor. El spot publicitario aspira
con frecuencia a hacer reír, "sabe que la risa constituye la máxima
comunicación aunque, al igual que todo mensaje publicitario, no
tiene más remedio que utilizar el lenguaje de la clientela o, al
menos un código compartido. Así se explica que el gag suela referirse
a un contexto cultural (sobre todo cinematográfico) familiar" (Ramonet,
1983, p. 56).
Además,
en cualquier anuncio, el publicitario se sirve fundamentalmente
de tres elementos: la ficción, la presentación de valores inseparablemente
añadidos al producto y el recurso a modelos con los que pueda identificarse
fácilmente el espectador al que va dirigido el anuncio. Vamos a
ver cada uno de ellos con detalle.
9.2.1.
Verdades y engaños
Quizá
una de las objeciones más frecuentes que se ha hecho a la imagen
publicitaria es la del engaño; se la acusa de ofrecer apariencias
con el fin de seducir. Se olvida que la publicidad juega a la confusión
entre el mundo real y el ficticio, combina los elementos reales
e imaginarios, y tiende a disolver las barreras que separan ambos
mundos. Así, como dirá J. L. León (1996): "la publicidad no ofrece
nada que sea pensable, sino sensible, aunque no real, una pseudoexperiencia
en suma, aunque capaz de alterar al individuo del mismo modo a como
lo hace una experiencia auténtica" (p.53). De este modo, los elementos
fantásticos terminan siendo familiares y el hombre moderno convive
con una "magia" que proviene de los propios medios de comunicación,
a la vez que las cualidades retóricas del producto son tranquilamente
asumidas por el receptor.
Desde
una perspectiva filosófica, la exigencia de la veracidad de todos
los ámbitos de las relaciones humanas hay que conectarla con la
dignidad de la persona humana. "La verdad es el sinónimo intelectual
de la igualdad entre las personas" (Suárez et al, 2002, p. 28) .
Se trata a alguien en igualdad cuando se le ofrecen los mismos recursos
que uno tiene para que adopte sus decisiones de acuerdo con sus
intereses. Una información parcial propicia también una libertad
parcial orientada por y para los intereses que se quieran propiciar.
J. Todolí (1977), uno de los primeros autores que abordó el tema
de la ética publicitaria en nuestro país, señala tres motivos para
evitar el engaño: "todo hombre tiene el deber de decir la verdad,
porque mentir es la ruptura o desdoblamiento de su yo personal,
que significa la mentira. Es antinatural y repugna al ser humano.
Además, porque "el otro", al que mentimos, tiene, como nosotros,
derecho a la verdad. Finalmente, porque el hombre está inserto en
una sociedad que supone y exige unos valores, sin los cuales la
sociedad misma no puede subsistir" (p.20).
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