No
queremos terminar esta reflexión sin resaltar que la integración
curricular de los programas educativos multimedia puede permitir
a profesores y alumnos:
a) Mejorar
los sistemas de adquisición de informaciones.
b) Optimizar
la eficacia de los aprendizajes y elevan el rendimiento académico.
c) Motivar
el interés por la indagación y la investigación.
d) Autoevaluar
los aprendizajes.
e) Facilitar
las tareas de investigación y cálculo.
f) Optimizar
la gestión escolar.
g) Mejorar
la creatividad y la expresividad de emociones e ideas.
h) Facilitar
la intercomunicación entre alumnos, centros y tutores y padres.
i) Facilitar
el refuerzo y la recuperación.
j) Facilitar
la futura inserción laboral de los alumnos.
Desde
el punto de vista de la prospectiva educativa la primera década
del siglo XXI va a marcar las tendencias de la educación futura.
La universalización del acceso a las redes telemáticas y la mejora
de las velocidades de transmisión de información digital (ancho
de banda) van a provocar la multiplicación de iniciativas de enseñanza
a virtual a distancia gracias a las cuales los alumnos van a poder
acceder a aulas virtuales a cualquier hora, desde cualquier país
y en cualquiera de los grandes idiomas del mundo. Ello provocará
probablemente una pérdida de significatividad formativa de la clase
tradicional ya que los alumnos podrán teleaprender desde sus casas
e incluso desde las aulas de informática de los centros a través
de la enseñanza interactiva en línea.
En estos nuevos contextos los profesores se verán obligados a dedicar
más tiempo y preparación a guiar los procesos de construcción de
aprendizajes y a fomentar el cultivo de las actitudes y valores
cívicas, con el consiguiente debilitamiento de su papel tradicional
de transmisores de información y cultura académica.
Este
es el reto del profesorado en este comienzo del milenio, reto especialmente
significativo para el profesorado que generalmente accede a la función
docente con una escasa formación pedagógica y psicológica lo que
puede dificultar la aceptación de estos nuevos roles y el aprendizaje
de las técnicas didácticas que su desarrollo exige.
Queda
la esperanza que las Facultades de Ciencias de la Educación y los
Programas de Formación Permanente del Profesorado de las Administraciones
Educativas asuman un papel activo en esta reconversión tecnológico-profesional
en la que el dominio de disciplinas tales como la Didáctica, la
Organización Educativa y la Tecnología de la Educación será esencial
para el docente del Siglo XXI. La Comisión Europea está realizado
una fuerte apuesta por ello.
|