Apunta
Cebrián (1998: 92) que "la globalización del
hecho comunicativo es, en definitiva, lo más notable y trascendente
de la era digital (
) Las jerarquías culturales, sociales
y de todo tipo no sólo desaparecen, sino que su lugar es
ocupado por la creación de sensibilidades diferentes: una
cultura, un lenguaje y una conciencia colectiva común entre
individuos enormemente distantes, que ni siquiera se conocen, con
experiencias, historiales y preocupaciones distantes, que confluyen
única, y quien sabe si excepcionalmente, en su cibernavegación".
La
Brecha Digital es acaso el más importante peligro que amenaza
la extensión igualitaria y solidaria de la sociedad informacional
por los confines del planeta. La reciente cumbre Mundial de la Sociedad
de la Información celebrada bajo los auspicios de la ONU
ha pretendido avanzar en la resolución de este conflicto
insolidario sin conseguirlo en gran medida. Sobre los resultados
de la misma hemos escrito recientemente (Ortega Carrillo, 2003)
subrayando que la primera década de desarrollo generalizado
de Internet sólo ha beneficiado a la ciudadanía de
los países de economías avanzadas agravando "la
fractura digital" con los países pobres o en vías
de desarrollo, (recuérdese por ejemplo, que el 19% de los
habitantes de la Tierra representa el 91% de los usuarios de Internet).
Por deber ético hemos subrayado que tal brecha digital
aumenta y acentúa la tradicional distancia Norte-Sur (como
sabemos, el 20% de la población de los países ricos
dispone del 85% del ingreso mundial). Es ya una dolorosa realidad
consolidada durante décadas el aislamiento producido por
la eclosión de las nuevas tecnologías entre los mundos
del Norte y del Sur, especialmente el que sufren los habitantes
del África negra (que apenas representan el 1% de los usuarios
de Internet).
Para la OCDE el término brecha digital se refiere
a la distancia existente entre áreas individuales, residenciales,
de negocios y geográficas en los diferentes niveles socio-económicos
en relación a sus oportunidades para acceder a las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación
así como al uso de Internet, lo que acaba reflejando diferencias
tanto entre países como dentro de los mismos...
Encontramos pues antinomias y problemáticas severas entre
quienes desde la red civil organizada y desde ciertos sectores de
la intelectualidad proponen una autorregulación e interregulación
ética de la sociedad del conocimiento basada en la libertad
y la solidaridad y, quienes representando a los poderes político-económicos,
pretenden reservarse el uso de los poderosos mecanismos de control
para afianzarse como dueños del mundo digital, imponiendo
la tiranía ética de las élites y contraponiéndola
a la ética de la diversidad, la razón y el intercompromiso
solidario.
La educación
personas adultas inmigrantes ha de posicionarse del lado de los
defensores de la ética de la diversidad, desde un compromiso
ético-solidario, en el que la integración social,
económica, laboral, cultural, etc., contrarresten los factores
de exclusión social y contribuyan a reducir las bolsas de
pobreza.
El
programa de Ciudadanía Mundial auspiciado por la ONU es un
buen referente axiológico para la elaboración creativa
del intercurrículum ya que pretende reorientar la educación,
la percepción del público, y el entrenamiento para
un desarrollo sostenible, siguiendo lo previsto en el Programa 21
de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente
y el Desarrollo o "Cumbre de la Tierra", celebrada en
junio de 1992 en Río de Janeiro, Brasil (capítulo
36) (http://anuvenezuela.tripod.com/anuv/id22.html).
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