3.3. UNA EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS PARA UN MUNDO GLOBALIZADO Y SOLIDARIO

Como dice Lorenzo (1999: 17) la preocupación ante el hecho de que las tecnologías que van apareciendo en el mercado puedan convertirse en potentes instrumentos de discriminación social, capaces de acentuar aún más el abismo que separa a los seres humanos que habitan los países del Norte y del Sur. La denuncia pública de esta situación fue formulada por primera vez en 1972 por Edgar Faure en el informe encargado por la UNESCO denominado "Aprender a ser". Este texto refleja que las desigualdades pueden llevar a la raza humana a escindirse en dos clases: una superior, de "superhombres" (detentadores del conocimiento y de las herramientas tecnológicas) y otra, inferior, incompleta, dominada: los "homínidos".

En torno a esta idea Ortega y Fuentes (2003) nos hablan de las luces y las sombras de la sociedad del conocimiento, con consecuencias tan importantes como el nacimiento de una nueva era en la historia de la humanidad, cuyas consecuencias podrían ser tan importantes como las de la revolución agrícola o la revolución industrial.

La aceleración del proceso globalizador es la principal fuente causante de la pérdida progresiva por parte de los estados-nación del monopolio del control económico, cultural, político y del uso de la violencia (Almirón, 2001: 49); de modo que "con Internet, la cultura de los otros penetra por todas las rendijas que deja la sociedad, aumentando la relación entre culturas". En este nuevo contexto, la difusión de la información y el conocimiento que de ella se deriva son la mayor fuente de poder. La comunicación digital que usan a diario millones de personas utiliza herramientas autónomas y con características propias. Así, mientras que la esencia de la Web es ofrecer información, la sustancia del correo electrónico, la conversación por teclados y la videoconferencia es favorecer la comunicación, el intercambio de contenidos culturales, el conocimiento mutuo de los pueblos, el conocer a los demás y el darse a conocer uno mismo.
Internet es también una herramienta poderosa para que las culturas minoritarias se den a conocer y se interconecten a pesar de ubicarse en lugares muy apartados del planeta. Está dando voz a los sin voz rompiendo el monopolio de la información y la comunicación propio de los países detentadores de los monopolios mediáticos. Está haciendo que ciudadanos solidarios se intercomuniquen y acometan acciones "contraglobalizadoras" cuya esencia es reivindicar un diálogo intercultural horizontal y no excluyente (Ortega y Fuentes, 2003).

La incorporación de la ciudadanía a la sociedad del conocimiento no se ha generalizado aún. Majó y Marqués (2002: 38-39) plantean la existencia de circunstancias que dificultan la expansión de las tecnologías digitales entre las que destacan la necesidad de formación básica, el sacrificio económico necesario para la adquisición de equipos y el mantenimiento de conexiones a la red y la difícil superación de la barrera idiomática (anglofilia predominante en la Web).

De acuerdo con Majó y Marqués, hemos de indicar que los centros de educación de personas adultas cumplen un papel fundamental para el acercamiento y la introducción de la población adulta (nacional e inmigrante) a las tecnologías de la información y la comunicación, facilitando de este modo la reducción de los efectos de la brecha digital, los aprendizajes significativos de forma lúdica, la creación y recreación del conocimiento, la interacción en tiempo real o en diferido, la actualización de los conocimientos previos, el aprendizaje del idioma (en el caso de los inmigrantes), etc.

Esto choca frontalmente con los sentimientos tecnofóbicos anclados en parte de la población adulta, tanto en profesores como en alumnos.

 
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