2.7.2.
La población de los ecosistemas formativos de personas adultas y
su articulación relacional
Las
comunidades educativas de personas adultas poseen un conjunto de
características diferenciales que afectan a las condiciones
de entrada en el ecosistema, su permanencia (integración)
o abandono, su ubicación funcional, la regulación
de las actividades que desarrollan (flujos de energía curriculares)
y los sistemas de promoción interna y acceso a otros ecosistemas
formativos con ofertas curriculares más avanzadas.
2.7.2.1.
El alumnado adulto: de la formación a la participación
socio comunitaria
En nuestro país, la edad mínima exigida para el acceso
a la oferta formativa reglada de Educación de Adultos se
sitúa en los 18 años. En la mayor parte de los centros
específicos de esta modalidad educativa existen grupos formativos
permanentes cuyas actividades se extienden a lo largo del curso
académico, a excepción de los grupos preparatorios
para la superación del sistema selectivo que permite el acceso
a la universidad, cuyo período de trabajo suele ser de 5-6
meses. Estos grupos (subcomunidades) están integrados por
adultos con un mismo nivel de conocimientos lo que permite encuadrarlos
en cada uno de los niveles curriculares previstos por la normativa.
En general se afirma que la diversidad de edades enriquece la composición
de las subcomunidades de aprendizaje. Una estimación general
redondeada de los datos ofrecidos sobre el último quinquenio
del siglo XX por el Territorio de gestión del MEC y las Comunidades
Autónomas con competencias en Educación de Adultos
indica que de cada cien adultos matriculados en los programas destinados
a la obtención de titulaciones 30-35 son hombres frente a
70-65 que son mujeres. Mientras en los ciclos I (alfabetización
y neolectura) y II (afianzamiento y maduración) el porcentaje
de mujeres llega al 70 %, en el ciclo III (conducente a la titulación
básica) desciende al 60 %. La estimación global realizada
sobre los intervalos de edades permite señalar que un 35
% de los adultos matriculados se encuentran entre los 18 y 25 años,
un 45 % entre 25 y 45 años y un 20 % superan los 45 años.
Mientras
que en el territorio de gestión del MEC se optó por
una estructura modular a la hora de articular el currículo
formativo, en Comunidades Autónomas como Andalucía,
ya en la década de los años ochenta, se introdujo
la estructura de bloques temáticos globalizados e ínter
disciplinares. Tanto la adopción de estas innovadoras opciones
organizativo-curriculares como el trabajo con el modelo disciplinar
clásico implica optar por sistemas de agrupamiento flexible
de alumnos superadores del agrupamiento tradicional en clases, cuyo
papel queda relegado al de unidades de encuadramiento estructural
(ciclo y curso académico). Un ejemplo de esta flexibilidad
organizativa del alumnado nos lo ofrece la experiencia curricular
modular realizada desde comienzos de nuestra década en el
Centro de E.P.A. "Agustina de Aragón" de la localidad
madrileña de Móstoles. En ella los alumnos se agrupan
en:
a) Grupos
de referencia en los que el criterio usado es el nivel o ciclo
y en los que se imparten los módulos obligatorios (unidades
didácticas de enseñanza aprendizaje cuyos objetivos
son esenciales para la consecución de una formación
general de base).
b) Grupos variables constituidos por los adultos que eligen un
determinado módulo optativo. En estos grupos se mezclan
alumnos de diversos ciclos y procedencias: posgraduados y alumnos
que no están interesados en obtener titulación.
(AA.VV. 1992: 51).
Las organizaciones curriculares globalizadas e ínter disciplinares
permiten una amplia diversidad organizativa del alumnado atendiendo
a criterios de agrupamiento tales como el nivel de conocimientos
previos, los centros de interés y núcleos problematizadores
que sirven de objeto a los procesos de investigación participativa,
la satisfacción de las necesidades ocupacionales y la motivación
a la organización de actividades para el uso cultural del
tiempo libre.
Por
su especificidad destacamos el papel que realizan las asociaciones
de alumnos de los centros de Educación de Adultos. Su cooperación
en el desarrollo del Proyecto Curricular de Centro (plan anual de
trabajo) incide en campos tan importantes como la financiación
de actividades, la compra de materiales curriculares (audiovisuales,
informáticos, bibliográficos, etc.), la conexión
con ONGs, organismos e instituciones colaboradoras en las tareas
formativas del centro, la búsqueda, selección y pago
de monitores de talleres y la organización y financiación
de actividades complementarias (conferencias, exposiciones, fiestas,
viajes culturales, representaciones, etc.).
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