2.6.
LA ORGANIZACIÓN CURRICULAR DE LA EDUCACIÓN DE ADULTOS
La
polémica filosófico-social sobre la estructuración
del saber y de los conocimientos ejerce una notable influencia en
diversas fórmulas de transmisión cultural y, especialmente,
en la concepción curricular de la enseñanza. En uno
de los extremos de esta polémica se sitúan las posturas
que defienden que el "conocimiento lógico"
está libre de construcción personal o social; en el
otro quienes sostienen que el conocimiento puede contemplarse como
una entidad que sigue subdividiéndose (horizontalmente al
perpetuarse la división del trabajo en la sociedad industrial
contemporánea y verticalmente al otorgársele mayor
valor social y económico a unos conocimientos que a otros).
Para Peter Jarvis (1989:108) la cuestión crucial del problema
es "quién selecciona el contenido del currículo
del contenido cultural más amplio". En la enseñanza
de adultos que se viene preconizando la respuesta a esta cuestión
pasa por la participación del alumnado en el debate curricular.
Tal colaboración llevará a los diseñadores
del currículo a dar prioridad a los centros de interés
y problemáticas culturales que planteen los diversos grupos
de aprendizaje.
Puede
constatarse que, entre las prioridades de la política del
Ministerio de Educación en las legislaturas democráticas
que se han ido sucediendo hasta hoy, no ha estado la formulación
de un currículo básico general para personas adultas.
Transitoriamente se han establecido, en exclusividad para su área
de gestión, unas orientaciones para la distribución
de objetivos, contenidos y criterios de evaluación que aparecen
en el currículo de Educación Secundaria de Personas
Adultas cuya estructura organizativa posee tres características
básicas: a) Parte del agrupamiento de contenidos y áreas
en los denominados "campos de conocimiento", b) continúa
con la estructuración de éstos campos mediante un
sistema modular flexible con equivalencias a efectos académicos
y de convalidaciones con el sistema anterior a la LOGSE, y c) culmina
con la adaptación de la formulación de los objetivos,
contenidos y criterios de evaluación a las especificidades
propias de la formación de adultos.
La
inexistencia de una normativa curricular estatal específica
para la educación de las personas adultas ha inducido a las
Comunidades Autónomas a crear normativas propias en el marco
de las regulaciones dictadas por la LOGSE y los Reales Decretos
reguladores de las Enseñanzas Mínimas de todo el estado.
En
Andalucía, por ejemplo, el Decreto 156/1997 de 10 de Junio
regula el currículum de la formación básica
y establece las características generales de la oferta de
la educación secundaria post-obligatoria para personas adultas
en Andalucía, proponiendo un modelo de ordenación,
organización y planificación que partiendo del carácter
permanente de esta modalidad educativa, incide en la necesidad de
conseguir la cooperación interinstitucional como vía
de satisfacción del amplio espectro de necesidades e intereses
que en la actualidad poseen las personas adultas.
Este principio rector se desarrolla de forma articulada en los tres
niveles curriculares previstos:
Nivel I.
Formación Inicial de Base que intenta "ofrecer
los instrumentos para un mejor acceso a los bienes de la cultura,
a la comprensión y a la participación en su entorno
político, social, económico y cultural"
(art. 9). Se articula en dos ciclos de duración variable
en los que los alumnos investigan las áreas de Comunicación
(oral, escrita y no verbal), Comunicación Matemática
y Desarrollo Social y Funcional.
Nivel II.
Formación de Base cuya finalidad es "facilitar
a las personas adultas la reflexión crítica sobre
los bienes culturales para una mayor integración en su
entorno social y cultural y el acceso a los niveles superiores
de formación" (art. 12). Este nivel podrá
ser cursado en dos años académicos en los que
los alumnos además de las áreas de Comunicación
y Matemáticas se forman en el campo del Conocimiento
del Medio y en el área de Desarrollo Social y Funcional.
Nivel III.
Educación Secundaria para personas adultas cuya
finalidad es, además de ofrecer los elementos básicos
de la cultura, "establecer procesos de reflexión
sobre sus derechos y deberes, capacitarles para participar solidariamente
en el entorno social y cultural y para la mejor incorporación
a la vida laboral, o para acceder a una Formación Profesional
de Grado Medio o al Bachillerato" (art. 15). Éste
se organiza en dos ciclos, cada uno de los cuales tendrá
una duración de un año académico, estando
el conocimiento integrado por las áreas de Comunicación
(en la que se incluyen conocimientos de Lengua Extranjera),
Matemáticas, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y
Desarrollo Social y Funcional.
Los
núcleos curriculares de la Formación para el Desarrollo
Personal y Formación para la Inserción y Promoción
Laboral son de carácter transversal y sus objetivos habrán
de conseguirse a lo largo de las experiencias educativas de los
tres niveles (cinco o más años de escolaridad). El
Desarrollo Personal tiene como finalidad "garantizar que
las personas adultas puedan adquirir, actualizar, completar o ampliar
sus conocimientos y aptitudes para una mayor participación
en la vida social, cultural, política y económica",
(Art.18). Por su parte la Formación para la Inserción
Laboral aspira a que las personas adultas puedan adquirir, actualizar,
completar o ampliar sus conocimientos y aptitudes y con ello facilitar
su acceso al mercado laboral y una adecuada Formación Profesional.
En la vertiente metodológica el Diseño Curricular
recomienda con carácter general que se parta de los centros
de interés de las personas adultas como núcleos motivadores,
para desde ellos desarrollar aquellos núcleos temáticos
que posibiliten la consecución de los objetivos establecidos
para cada una de las Áreas, Niveles y Núcleos Temáticos,
así como las finalidades educativas previstas. La metodología
recomendada es activa, investigativa de los problemas y buscadora
de soluciones mediante esquemas de trabajo grupal globalizados e
ínter disciplinares basados en el diálogo, la interacción
entre personas, la creación y la participación. El
currículo andaluz otorga a profesores y alumnos el papel
de coprotagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje.
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