1.2.2. El acceso a la vivienda y a los servicios sanitarios de la población inmigrante.

El acceso a la vivienda de la población inmigrante es otro aspecto digno de análisis. Solé (1997: 53) sostiene que, en las ciudades españolas, se produce una clara estratificación social del espacio urbano en virtud de la ocupación y categoría socioeconómica. La llegada de extranjeros para cubrir las tareas que, a pesar del paro creciente, los autóctonos son reacios a realizar, da lugar a la reducción en zonas de hábitat tradicionalmente obreras o artesanas como las periferias urbanas de las ciudades o barrios populares más céntricos que se degradan social y urbanísticamente una vez que los trabajadores autóctonos, en las décadas anteriores de expansión económica, mejoraron su situación de forma notable.

También Bernabé y Cabré (1996: 253) exponen que las posibilidades de asentamiento del inmigrante recién llegado están relacionas con la conexiones de éste con la población en que se instala, bien a través de miembros de su red de relaciones familiares, amigos o compatriotas, bien por disponer de un contrato laboral previo que incluya alojamiento proporcionado por el contratante. Son característicos de este primer establecimiento los pisos y las pensiones compartidas, y que estos pisos sean pequeños (apenas 60 metros cuadrados). Esto se hace así para poder paliar el alquiler abusivo y que produce en multitud de ocasiones verdaderos hacinamientos que son causa de supervivencia hostil.

Estos autores coinciden con Solé en señalar que los asentamientos de los inmigrantes en las ciudades se producen en los centros urbanos y barrios periféricos de las ciudades donde, en la mayoría de los casos, los edificios están pendientes de renovación o reordenación urbanística.

En su trabajo señalan tres tipos de modalidades de residencia a las que se suele acoger la población inmigrante:

  • Alojamiento compartido: para poder hacer frente al costo del alquiler (mayor para los inmigrantes), lo que favorece el hacinamiento.

  • Alojamiento ligado al puesto de trabajo: en este caso el contratante es quien pone a disposición del trabajador inmigrante un lugar donde residir mientras dure el contrato de trabajo. Este tipo de alojamiento es muy característico de los trabajadores temporales rurales, donde el alojamiento se paga o bien descontando la parte proporcional del sueldo o bien con más horas de trabajo, y de las trabajadoras domésticas internas.

  • Alojamiento en el mismo trabajo: esta modalidad se da entre los trabajadores de talleres clandestinos vinculados al sector textil y de la hostelería.

Por su parte, Fernández Medina (2001: 85), llega a afirmar que gran parte de inmigrantes residen en viviendas alquiladas, en malas condiciones, hacinados y que sirven de centro de reunión, de recogida de paquetes y correspondencia.

También el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad, (MPDL), (2002) ha estudiado otras cuestiones referentes al problema de la vivienda recordándonos las siguientes antinomias:

  • Hacinamiento versus Solidaridad: un fenómeno común entre los colectivos inmigrantes es el de compartir la vivienda que habitan o subarrendar habitaciones o camas de la misma a otros inmigrantes de su misma nacionalidad. Las razones que llevan a este hacinamiento se explican también por factores que ya han sido señalados: escasez y alto precio de la vivienda. Esto ha hecho que en muchos vecindarios se den especulaciones acerca de lo que ocurre dentro de las mismas.

  • Lo correcto y lo culturalmente asumible: la concentración de colectivos en determinados barrios, localidades o núcleos urbanos configura un nuevo paisaje dentro del vecindario. Las conjeturas y el desconocimiento dan lugar que el vecindario autóctono identifique algunas pautas culturales con represión o falta de educación. Los estereotipos se van adueñando de la conciencia popular y dificulta la construcción de estaciones interculturales donde promover el conocimiento mutuo.

  • Adquirir una vivienda o comprar una vivienda: muchas familias inmigrantes integradas y con una situación normalizada desearían acceder, mediante préstamos hipotecarios, a la compra de una vivienda, inclusive la que habitan. Otras estarían en disposición de pedir un crédito para su remodelación si se les garantizara arrendamiento a largo plazo y bajo precio. En este último caso, el degradado paisaje urbanístico que genera la infravivienda podría modificarse por otro de casas habitables y barrios multiculturales.

 
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