Las
críticas no se hicieron esperar, ya que estos modelos favorecían
un aprendizaje pasivo y apoyado en los métodos conductistas
en el que los estudiantes no interactuaban con los problemas o el
contenido, ni recibían un verdadero feedback experiencial
(Berryman (1993), Besser, 1993). Todo muy lejos del deseo de los
expertos que dibujaban ya unos estudiantes comprometidos en el juicio,
en la toma de decisiones, en el control de los procesos y la formulación
de problemas y hasta en el riesgo de cometer errores. Es posible
que este aprendizaje fuera una consecuencia del sistema de gestión
industrial donde la tarea de cada persona estaba determinada por
los poderes de la directiva que señala a cada trabajador
no sólo lo que tienen que hacer sino cómo lo deben
hacer.
Con relación al aprendizaje del alumno, este modelo de enseñanza
no favoreció apenas el control del aprendizaje por parte
del alumno; más bien quitó el control del aprendizaje
de las manos del profesor y lo puso en las manos del programador
del software informático. En consecuencia, muchos profesores
provocaron actitudes antitecnológicas.
Es verdad que, desde el punto de vista productivo, la tecnología
basada en el ordenador tuvo, en esta fase, un impacto positivo sobre
el aprendizaje. Hay una serie de estudios con estudiantes de riesgo,
en aprendizajes parciales o adquisición de habilidades aisladas,
que informan de mejoras sustanciales en el rendimiento después
de la introducción de la tecnología en el aula (Fuchs
y otros 1991; Griffin,1991, Wilson 1993; Sinatra,1994). Por ejemplo,
el estudio de Sinatra y otros (1994) en estudiantes con dificultades
de aprendizaje de cuarto curso señala una mejora notable
en puntuaciones de tests. La muestra era de 260 alumnos extraídos
de seis escuelas de primaria.
A
lo largo de estos años se realizaron una serie de metaanálisis para
comprobar el impacto de la tecnología sobre el rendimiento de los
estudiantes. Diez metaanálisis que sintetizaban la investigación
de 946 estudios desde preescolar a universidad, arrojaron como resultado
que los programas instruccionales que incluían tecnología mostraban
un impacto positivo en el rendimiento del estudiante dando lugar
a puntuaciones más altas. Además, las clases en las que se usaron
ordenadores para apoyar la instrucción mostraron ganancias en el
rendimiento. Ahora bien, la efectividad de diferentes aplicaciones
de instrucción asistida por ordenador variaba según el contenido
del área y la habilidad enseñada. Era mejor cuando se trataba de
un área con estructura definida como, por ejemplo, las matemáticas.
De entre todos los estudios destaca el de Kulik (1991) En el 81%
de los estudios examinados los estudiantes con una instrucción centrada
en el ordenador (grupo experimental) tenían mejores puntuaciones
de examen que los estudiantes que recibían una instrucción de corte
convencional sin tecnología (grupo de control). El estudiante medio
del grupo experimental tenía un percentil de 62 y el del grupo de
control de 50. Ahora bien, mientras los metaanálisis han demostrado
consistentemente que la instrucción basada en el ordenador tiende
a tener un impacto positivo en la ejecución de tests estandarizados
ninguno ha demostrado que todos los tipos de instrucción aumenten
el rendimiento en todas las clases de contexto.
A
la hora de valorar en profundidad las aportaciones de la tecnología
a la educación en esta etapa, conviene pasar al ejemplo más ilustrativo
de aprender de la tecnología, el ya conocido "Aprendizaje
Asistido por Ordenador" (AAO). La metáfora que hay detrás de este
modelo es la del ordenador sustituyendo al profesor en el proceso
de aprendizaje del alumno. De la misma manera que el alumno aprendía
antes de los profesores, también podría ahora aprender del ordenador.
Se han ensayado tres modalidades fundamentales , el aprendizaje
de prácticas, la tutoría y los tutores inteligentes. Las tres han
supuesto, sin duda, un avance, pero tienen muchas limitaciones y,
sobre todo, no responden a la expectativas de la nueva tecnología
educativa (Beltrán y Pérez, 2003).
El
sistema de AAO supone un avance dentro de la pedagogía moderna porque
está asentado en una concepción más activa del estudiante, permite
adaptar el sistema educativo a las peculiaridades de cada uno de
los alumnos y facilita la práctica necesaria en todo sistema de
aprendizaje. Es más, los resultados de la abundante investigación
realizada avalan su eficacia a la hora de mejorar los aprendizajes.
Pero este sistema no es el único ni el más eficaz, y tiene algunas
limitaciones importantes. A pesar de que utiliza algunos de los
principios de la psicología cognitiva, su base de fondo refleja
claramente la filosofía del refuerzo que es incapaz de explicar
el pensamiento complejo requerido para resolver problemas o transferir
habilidades a situaciones nuevas. Los alumnos pueden llegar a conseguir
respuestas habilidosas, casi automáticas, pero luego son incapaces
de transferir lo aprendido a las nuevas y diferentes condiciones
en que tienen que aplicarlo cuando les surge un problema inesperado.
Es verdad que ayuda a los alumnos que necesitan recuperación, pero
no representa el modo ideal de usar la tecnología poderosa del ordenador.
Los tutores han supuesto un avance sobre la el modelo de prácticas
pero plantean numerosos problemas como la imposibilidad de anticipar
la conducta de cada estudiante y no permiten al estudiante dar su
propia visión de la realidad, sino que lo fuerzan a moverse dentro
de patrones convencionales y estereotipados. En el fondo, se trata
de conocimientos convencionales, fijos, e inertes porque no tienen
aplicación a los problemas auténticos de la vida (Jonassen, 2000).
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