9.2.1. La aproximación ecológica

Desde la perspectiva ecológica del desarrollo, el énfasis se desplaza de la interacción en su concepción más simplista (televisión-niño) al entorno como un sistema complejo en el que todos los componentes (incluida la televisión) interactúan entre sí y con el niño. La magnitud de la tarea de analizar escrupulosamente todos esos componentes y su funcionamiento puede resultar desesperanzadora, sobre todo si se aborda desde modelos reduccionistas del aprendizaje; no obstante, existen modelos teóricos que tratan de abordar este análisis desde una perspectiva global. Así, Atkin (2001) utiliza el modelo ecológico de Bronfenbrenner (1979) para aproximarse a la cuestión concreta de la mediación familiar respecto a la televisión, habida cuenta de su capacidad para integrar todos los contextos y entornos del niño y para explicar sus relaciones y funcionamiento. En este trabajo Atkin hace un examen de las características de los componentes del entorno del niño en relación con la televisión; pese a que la variable dependiente se centra en aspectos muy determinados y concretos (causas y consecuencias del incremento en la suscripción a televisiones de pago), y por tanto de difícil generalización, podemos observar el intento de utilizar esta teoría para integrar todos los factores en un mismo modelo. Recordaremos a continuación cuáles son estos componentes, remitiendo a la extensa bibliografía de Bronfenbrenner para una profundización en su modelo teórico (Bronfenbrenner, 1979 y 1987; Bronfenbrenner y Ceci, 1994; Bronfenbrenner y Crouter , 1983).

– Microsistema: patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno dado con características físicas y materiales determinadas (por ejemplo, interacción interpersonal en el hogar) (Bronfenbrenner, 1979, p. 41 de la ed. cast.). – Macrosistema: correspondencias en forma y contenido de los sistemas de menor orden inferior (micro, meso y exosistema) que existen o podrían existir en el nivel de la subcultura o de la cultura en su totalidad, junto con todo sistema de creencias o ideología que sustente estas correspondencias (Ibid., p. 45 de la ed. cast.).

– Mesosistema: interrelaciones entre dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente (por ejemplo, para un niño, las relaciones entre el hogar, la escuela y el grupo de iguales del barrio) (Ibid., p. 44 de la ed. cast.).

– Exosistema: uno o más entornos que no incluyen como participante activo a la persona en desarrollo pero en los que se producen hechos que se ven afectados por lo que ocurre en el entorno que comprende a la persona en desarrollo (en el caso de un niño de corta edad, el lugar de trabajo de los padres). (Ibid., p. 45 de la ed. cast).

– Sistema ontogénico: competencias psicológicas individuales para el desarrollo.

En un primer momento, Bronfenbrenner categorizó la televisión como un efecto de segundo orden, operando no completamente dentro de un microsistema, sino a lo largo de fronteras ecológicas como un fenómeno del exosistema (Ibid., p. 266 de la ed. cast.); más tarde se ha situado en el contexto de un mesosistema o intersección entre la demografía distintiva de los usuarios de las nuevas tecnologías (implicando al macrosistema), nuevos entornos de programas (creando distintos exosistemas) y los usos familiares de esas tecnologías (dentro del microsistema). Siguiendo en esa línea, Atkin (1994) ha realizado una serie de aportaciones al sistema de Bronfenbrenner en relación con la televisión que abren nuevas perspectivas metodológicas.

Así, y en lo referente al exosistema este autor se sitúa en la perspectiva de Webster (1986) en relación al contenido televisivo. Según ese autor, tal contenido está limitado a un rango relativamente estrecho de discurso, motivado por dos factores: la necesidad de maximizar y el deber de no ofender a la audiencia. El primer factor lleva casi todo el peso del contenido televisivo: por expresarlo de una manera ruda pero directa, para maximizar la audiencia se debe correr el riesgo de ofenderla. Es decir, los contenidos más ofensivos son los que más audiencia obtienen, y la regulación de estos contenidos por parte del sistema judicial encuentra grandes obstáculos; por ello concluye que la supresión de los controles por parte del sistema social sobre los contenidos televisivos refuerzan la necesidad de la mediación paterna de la visión de esos contenidos (que muy descriptivamente llama una “última línea de defensa”). Posteriormente, y en relación con el mesosistema, Atkin analiza el uso de las nuevas tecnologías y el impacto de éste en el uso de los medios “antiguos”; según este trabajo, no existe aún un “desplazamiento” en el uso de los medios más antiguos por el uso de medios más nuevos como la televisión por cable, el vídeo o Internet, al menos en el caso de los adultos, aunque según la empresa Jupiter Communications (1997), 40% de los niños que encuestaron indicaron que veían menos televisión debido al uso de Internet, lo que puede significar que este desplazamiento está todavía empezando (ver capítulo 8). Un nuevo mesosistema cuya investigación revisa el autor es el conjunto de motivos que llevan a las familias a utilizar nuevos medios de comunicación (televisión por cable o satélite, Internet). En este sentido es de interés el estudio del macrosistema o las influencias de los sistemas sociales sobre la adopción y uso de nuevos medios; según los estudios que cita Atkin, el estatus social predice la adopción de nuevos medios, aunque también es una de las variables que peor predice el comportamiento del niño en relación con los nuevos medios. Al referirse a la investigación de cómo se produce la mediación paterna en el microsistema, Atkin cita el estudio de Kotler, Wright y Huston (2001), en el que se concluye que pocos factores del microsistema predicen consistentemente la mediación. Sin embargo, otros estudios (Huston, Zillmann y Bryant, 1994) indican que las actividades de mediación paternas están influenciadas por el número de hermanos y de progenitores. En cuanto a las dimensiones ontogenéticas, Atkin destaca el avance realizado desde la comunibiología, una ciencia que aplica los principios de la neurobiología a los procesos de comunicación (por ejemplo, estudios sobre cómo influye el temperamento en la comprensión comunicativa, o la testosterona sobre el consumo de contenidos violentos); y subraya la contribución de la teoría de Bronfenbrenner en el estudio de la interacción familiar con los medios, con particular énfasis en las personas con necesidades especiales, contribución que no ha sido aprovechada por otros autores (Baran, 1973; y Abelman, Lin y Atkin, en prensa) que han llamado la atención sobre la necesidad de “contextualizar las múltiples características y experiencias que hacen a los niños con un CI bajo particularmente susceptibles a la influencia de la televisión (baja autoestima, historial de fracaso, poco contacto social y alta dependencia)” (Atkin, 2001, p. 59).

 

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