Desde la perspectiva ecológica del desarrollo, el énfasis se desplaza
de la interacción en su concepción más simplista (televisión-niño)
al entorno como un sistema complejo en el que todos los componentes
(incluida la televisión) interactúan entre sí y con el niño. La
magnitud de la tarea de analizar escrupulosamente todos esos componentes
y su funcionamiento puede resultar desesperanzadora, sobre todo
si se aborda desde modelos reduccionistas del aprendizaje; no obstante,
existen modelos teóricos que tratan de abordar este análisis desde
una perspectiva global. Así, Atkin (2001) utiliza el modelo ecológico
de Bronfenbrenner (1979) para aproximarse a la cuestión concreta
de la mediación familiar respecto a la televisión, habida cuenta
de su capacidad para integrar todos los contextos y entornos del
niño y para explicar sus relaciones y funcionamiento. En este trabajo
Atkin hace un examen de las características de los componentes del
entorno del niño en relación con la televisión; pese a que la variable
dependiente se centra en aspectos muy determinados y concretos (causas
y consecuencias del incremento en la suscripción a televisiones
de pago), y por tanto de difícil generalización, podemos observar
el intento de utilizar esta teoría para integrar todos los factores
en un mismo modelo. Recordaremos a continuación cuáles son estos
componentes, remitiendo a la extensa bibliografía de Bronfenbrenner
para una profundización en su modelo teórico (Bronfenbrenner, 1979
y 1987; Bronfenbrenner y Ceci, 1994; Bronfenbrenner y Crouter ,
1983).
– Microsistema: patrón de actividades,
roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo
experimenta en un entorno dado con características físicas y materiales
determinadas (por ejemplo, interacción interpersonal en el hogar)
(Bronfenbrenner, 1979, p. 41 de la ed. cast.). – Macrosistema:
correspondencias en forma y contenido de los sistemas de menor
orden inferior (micro, meso y exosistema) que existen o podrían
existir en el nivel de la subcultura o de la cultura en su totalidad,
junto con todo sistema de creencias o ideología que sustente estas
correspondencias (Ibid., p. 45 de la ed. cast.).
– Mesosistema: interrelaciones entre dos
o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente
(por ejemplo, para un niño, las relaciones entre el hogar, la
escuela y el grupo de iguales del barrio) (Ibid., p. 44
de la ed. cast.).
– Exosistema: uno o más entornos que no
incluyen como participante activo a la persona en desarrollo pero
en los que se producen hechos que se ven afectados por lo que
ocurre en el entorno que comprende a la persona en desarrollo
(en el caso de un niño de corta edad, el lugar de trabajo de los
padres). (Ibid., p. 45 de la ed. cast).
– Sistema ontogénico: competencias psicológicas
individuales para el desarrollo.
En un primer momento, Bronfenbrenner categorizó la televisión como
un efecto de segundo orden, operando no completamente dentro de
un microsistema, sino a lo largo de fronteras ecológicas como un
fenómeno del exosistema (Ibid., p. 266 de la ed. cast.);
más tarde se ha situado en el contexto de un mesosistema o intersección
entre la demografía distintiva de los usuarios de las nuevas tecnologías
(implicando al macrosistema), nuevos entornos de programas (creando
distintos exosistemas) y los usos familiares de esas tecnologías
(dentro del microsistema). Siguiendo en esa línea, Atkin (1994)
ha realizado una serie de aportaciones al sistema de Bronfenbrenner
en relación con la televisión que abren nuevas perspectivas metodológicas.
Así, y en lo referente al exosistema este autor se sitúa en la
perspectiva de Webster (1986) en relación al contenido televisivo.
Según ese autor, tal contenido está limitado a un rango relativamente
estrecho de discurso, motivado por dos factores: la necesidad de
maximizar y el deber de no ofender a la audiencia. El primer factor
lleva casi todo el peso del contenido televisivo: por expresarlo
de una manera ruda pero directa, para maximizar la audiencia se
debe correr el riesgo de ofenderla. Es decir, los contenidos más
ofensivos son los que más audiencia obtienen, y la regulación de
estos contenidos por parte del sistema judicial encuentra grandes
obstáculos; por ello concluye que la supresión de los controles
por parte del sistema social sobre los contenidos televisivos refuerzan
la necesidad de la mediación paterna de la visión de esos contenidos
(que muy descriptivamente llama una “última línea de defensa”).
Posteriormente, y en relación con el mesosistema, Atkin analiza
el uso de las nuevas tecnologías y el impacto de éste en el uso
de los medios “antiguos”; según este trabajo, no existe aún un “desplazamiento”
en el uso de los medios más antiguos por el uso de medios más nuevos
como la televisión por cable, el vídeo o Internet, al menos en el
caso de los adultos, aunque según la empresa Jupiter Communications
(1997), 40% de los niños que encuestaron indicaron que veían menos
televisión debido al uso de Internet, lo que puede significar que
este desplazamiento está todavía empezando (ver capítulo 8). Un
nuevo mesosistema cuya investigación revisa el autor es el conjunto
de motivos que llevan a las familias a utilizar nuevos medios de
comunicación (televisión por cable o satélite, Internet). En este
sentido es de interés el estudio del macrosistema o las influencias
de los sistemas sociales sobre la adopción y uso de nuevos medios;
según los estudios que cita Atkin, el estatus social predice la
adopción de nuevos medios, aunque también es una de las variables
que peor predice el comportamiento del niño en relación con los
nuevos medios. Al referirse a la investigación de cómo se produce
la mediación paterna en el microsistema, Atkin cita el estudio de
Kotler, Wright y Huston (2001), en el que se concluye que pocos
factores del microsistema predicen consistentemente la mediación.
Sin embargo, otros estudios (Huston, Zillmann y Bryant, 1994) indican
que las actividades de mediación paternas están influenciadas por
el número de hermanos y de progenitores. En cuanto a las dimensiones
ontogenéticas, Atkin destaca el avance realizado desde la comunibiología,
una ciencia que aplica los principios de la neurobiología a los
procesos de comunicación (por ejemplo, estudios sobre cómo influye
el temperamento en la comprensión comunicativa, o la testosterona
sobre el consumo de contenidos violentos); y subraya la contribución
de la teoría de Bronfenbrenner en el estudio de la interacción familiar
con los medios, con particular énfasis en las personas con necesidades
especiales, contribución que no ha sido aprovechada por otros autores
(Baran, 1973; y Abelman, Lin y Atkin, en prensa) que han llamado
la atención sobre la necesidad de “contextualizar las múltiples
características y experiencias que hacen a los niños con un CI bajo
particularmente susceptibles a la influencia de la televisión (baja
autoestima, historial de fracaso, poco contacto social y alta dependencia)”
(Atkin, 2001, p. 59).
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