La luz de yodo-cuarzo es la emitida por las lámparas halógenas de primera generación. A mediados del siglo XX se necesitaron lámparas más potentes que las constituidas por un gas inerte. Estas primeras lámparas consistían en receptáculo cerrado de cuarzo con un filamento de tungsteno y rellenas de yodo, un elemento muy reactivo. El yodo no sólo impedía que las partículas desgranadas del tungsteno ennegrezcan el filamento sino que lo regeneraban en las partes que tal filamento iba quedando más delgado, permitiendo, por tanto que la luz fuera más intensa y más blanca.
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