Consiste en comprobar o verificar que los distintos materiales adquiridos por la empresa, las materias primas consumidas en tareas de producción y los productos fabricados alcanzan el nivel de calidad deseado, es decir, tienen las características idóneas o se aproximan satisfactoriamente a las especificaciones. Puede también aplicarse a los servicios ofrecidos por la empresa. Modernamente el concepto se ha visto modificado y ha pasado a hablarse de control de calidad total. Se parte de la idea de que toda la empresa es responsable de la calidad y de que la inspección, por sí sola, no aumenta la calidad intrínseca del producto, limitándose a informar sobre la calidad con la que el producto sale y sobre las desviaciones respecto a las especificaciones. A partir de ahí habrá que tomar medidas correctoras en el plano productivo para subsanar los defectos y aumentar la calidad. Se entiende la calidad en la empresa como un proceso de mejora continua, lo que en japonés se conoce como "kaizen", que se concreta con sistemas de gestión como los círculos de calidad o el Just in Time. En la práctica, para llevar a cabo un control de calidad han de definirse dos parámetros: tamaño de la muestra o número de unidades que van a inspeccionarse y que, por razones de coste, no siempre serán todas; nivel aceptable de calidad, que se define como la proporción o relación por cociente, en tanto por uno o en porcentaje, entre las unidades aceptadas o dadas por buenas y las unidades inspeccionadas.
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